XV. "Rozar manos desnudas"

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Después de aquella noche en la que Kuroko regreso a su habitación sin decir nada, los evitó como la peste. Bloqueó definitivamente la entrada del interphone y se negó a contestar a los llamados a su puerta que eran cada vez menos recurrentes. Comía en su cuarto (gracias a esa maravillosa compuerta a un lado de su escritorio que se abría tres veces al día con comida recién hecha por el sistema) y se la pasaba leyendo o viendo películas, lloró todo lo que pudo la primera noche pero pronto se encontró sin más lágrimas y se negó la indulgencia por más tiempo.
Y los Alfas tampoco presionaron las cosas porque era impensable él solo desairar al Omega. Vivían sufriendo con la idea de que él Omega ahora los odiaba, era insufrible en realidad.

De todos, Kagami era el que como reloj, tres veces al día iba a invitarlo a comer. Algunas veces más exasperado que otras, solo se detuvo cuando en un arranque de molestia Kuroko le contestó.

"Tienes que comer, ¿¡Quien te crees que eres, huh!?, ¡Necesitas comer, maldita sea!"

Kuroko le contestó sin alterar su tono pero evidentemente molesto.

"Kagami-kun no necesita preocuparse por eso, el sistema me da comida tres veces al día"

Después de eso, Kagami solo lo llamaba de vez en cuando aunque no con la misma insistencia, alegando que nada de lo que hacía el sistema podría ser tan bueno como la comida hecha por humanos.
Los otros por su parte hacían de sus extravagancias apariciones menos recurrentes.

Murasakibara iba a ofrecerle/tentarlo con dulces, prometía dejarle todos en la puerta pero cuando se iba y Kuroko abría la puerta para revisar, solo había un par de ellos y una nota de "he tomado unos para mí :p". Ridículamente adorable.
Kise hablaba mucho, demasiado, se sentaba en la puerta a platicarle su vida como modelo y Idol, le preguntaba cosas y no parecía esperar una respuesta. Después de diez minutos escuchándolo hablar sin descanso, Kuroko decidió sentarse en su lado de la puerta y prestar atención a su conversación incesante. Una vez hasta lo hizo reír. (Kuroko no sabía que Kise estaba al tanto de su presencia, su aroma se colaba entre los resquicios de la puerta)

Midorima y Akashi iban muy esporádicamente, cada uno por separado por supuesto. Ambos lo invitaban a diversas actividades y Akashi hizo rutina de pasar a su habitación a desearle 'buenos días' y 'buenas noches'.

Aomine, era el único que no se había ido a parar a su habitación en todos esos días.

Los días pasaron con la misma rutina absurda, ni siquiera lo notaron. El vivir con su aroma colándose por todos lados los había trastocado y todos en algún momento sufrieron de un lapsus mental en donde se quedaban fijos respirando hondo como idiotas.
Cuando vinieron a darse cuenta ya faltaba solo un día para él encuentro de Aomine y Kuroko.

Y la situación ya estaba sucumbiendo a la realidad venidera del deber. Pronto Aomine estaba ansioso, debían hablar por lo menos, él admitía que había sido bastante terco por no querer acercarse al Omega pero no se sentía capaz de sobreponerse al rechazo en los ojos de Kuroko. Sentía que no iba a poder hacer lo que se suponía debía a hacer él día posterior a eso si él Omega ni siquiera quería verlo. Podía ser un maldito algunas veces pero no con él, le era físicamente imposible.

Como último recurso, el Alfa moreno acechó al Omega muy meticulosamente, como en cacería. Claro que lo logró, era indiscutible él simple hecho de que su olfato le fallase. Por lo que unos dos días antes del 'gran día' cuando por aburrimiento, Kuroko asomó su bonito rostro y salió de la habitación, lo embistió.

–¡Aomine-kun!–exclamó sobresaltado. Él moreno sonrió al ver su sonrojo, casi. Que podía escuchar los latidos desbocados de su corazón, solo si los suyos propios se callarán un poco.

Omega SigmaWhere stories live. Discover now