XXII. "Cuestión de percepción"

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Un Kuroko de trece años estaba extrañamente silencioso, había rechazado incluso el batido de vainilla que su tío L había dejado a su lado, con la esperanza de sacar al pequeño Omega del silencio taciturno en el que estaba sumido desde la mañana. Su tio B y J lo habían invitado a la alberca pero se había negado con suavidad y una sonrisa. Lo cual era ligeramente alarmante.

Su tío A lo miraba desde la distancia, un poco más consciente del porque de su estado. El tío K terminó por suspirar bien hondo dejando a un lado lo que estaba haciendo.

Ha estado así desde el desayuno.

–Fue una mañana...complicada– murmuró para si mismo pero audible para el otro.

–Desayunó bien, no se veía raro.

El denominado tío D estaba cerca, con unos documentos en la mano, se detuvo al escuchar la conversación.

–Podría estar enfermo, ya sabes como es cuando se siente mal. Trata de ocultar el malestar–dijo mirando en dirección del muchachito–Aunque generalmente se lo puedes ver en la cara

El tío K bufó dramáticamente.

–No, parece que algo le está picando el cerebro. ¿Qué tendrá deprimido a mi niño?

–No es algo que esté en nuestro poder, eso es seguro–murmuró el tío A sombrío.

Oh. Eso.
Kuroko había sido criado entre estas mismas paredes, viendo a las mismas personas y escuchando lo mismo.

"Omega Sigma, milagro de la naturaleza. Tienes un gran destino que cumplir. Una meta impagable"

Pero eso no eran mas que palabras bonitas que no entendía, hasta hace poco y que recibía con más acidez en su rostro cada vez. El inicio de su educación sobre el programa Gamma fue a una temprana edad pero su papel dentro de él —el cual le repetían incansablemente era importantísimo— no tenía una explicación tan detallada. No hasta ahora.
John estaba a cargo de esa parte de su educación, siendo él un especialista, era preciso y simple en su forma de explicarle a detalle como y para qué iba a ser su participación.
Kuroko sabía que era el sexo, un celo y en general, comprendia todo. Cuando John le explicó el proceso a detalle, como otros Alfas estarían involucrados y en general que pasaría cuando llegara a la mayoría de edad, Kuroko asintió sin más y se limitó a ñadear su rostro y preguntar si era todo y si ya podía irse.

Sólo que nadie le había dicho que esta realidad era solo suya. Que ningún Omega era como él, que ningun Omega tendría que pasar por esto, que no era normal.

Que él no era normal.

Y nadie se lo dijo. Sino hasta ese día,  todo estaba bien, todo iba normal. El desayuno, sus tíos, todo.
Recientemente sus tíos M, E, y G, quienes poseían en conjunto un librero enorme y magnífico donde decenas de libros estaban acomodados por tema y después por orden alfabético (ah, el tío B tiene una compulsión por el orden), le habían permitido ojear algunos.
Antes estaban prohibidos puesto que sus tíos no consideraban aptos algunos de los títulos. Pero de a poco le empezaron a dar libertad al muchachito para tomar lo que quisiera leer.
No era un secreto que Kuroko amaba leer, era parte de su día despues de todo, por lo que cuando el menor comenzó a devorar los libros del librero con devoción, nadie mencionó nada.

Sin embargo, su tío A, siempre un poco más receloso que los demás, había notado un libro en específico en las manos del menor desde ta dos días. De pasta dura y de un sobrio color azul rey.
Ah, ese es del "tío G" pensó en ese momento, recordaba ver el libro en sus manos temblorosas, llorando silenciosamente. Era del tipo que disfrutaba los libros tristes y románticos.
Hoy el Omega había cerrado el libro que había tomado con entusiasmo después de desayunar, lo dejó en el librero y caminó hacia los jardines sin expresión en el rostro.

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⏰ Última actualización: Jul 13, 2021 ⏰

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