III

3.8K 490 101
                                    

Parte del trato que Kuroko había hecho con el gobierno era que no habría nadie que grabase o trasmitiese el momento en que conociese a los Alfas.

Y ahora lo agradecía enormemente.

Kuroko estaba frente a la puerta que hacia cinco minutos dudaba en abrir. Atrás de el estaban sus tíos quienes habían cedido ante su petición de hacer eso solo. Ya que su cuello contaba con la protección suficiente y él podía contener la situación. Eso creía. Por fin tomó el pomo de la puerta y sin pensar, porque se arrepentiría, la abrió.

Los seis distintos aromas azotaron su rostro de tal manera que el sonrojo en sus mejillas fue inevitable. Pero aún así, eso no logro desmotivarlo ni quebrantar su postura recta y su rostro sonrojado se mantuvo lejano e impertérrito, caminó con toda la calma del mundo y sin mirar a nadie hasta el sillón de terciopelo en medio de la sala donde el debía estar.
Cuando tocó el mueble sintió el alivio embargándolo ya que dudaba que sus piernas pudiesen seguir sosteniendo a su tembloroso cuerpo. Quería huir.

—Adelante.

Es una voz que sonaba monótona pero clara y fuerte se escuchó, llamando la atención de aquellos seis Alfas. Uno de ellos se levantó de su asiento con delicadeza pero con evidente urgencia.

Mientras caminaba hacia él, Kuroko se detuvo a observar sus rasgos. Eran suaves pero firmes y rectos, tenía unos extraños ojos de dos colores; rojo y dorado. Su andar era elegante y la soltura de sus gestos y la encantadora sonrisa que esbozo fue suficiente para que Kuroko notase su poderío. Era un alfa, a mil kilómetros podría distinguirlo, un alfa territorial y sumamente controlador. Su aroma era delicado y sutil pero a la vez fuerte e invasivo, una mezcla extraña pero sumamente embelesadora. Elegante podría ser la palabra que lo describiese mejor.

—Akashi Seijuurō, un placer Tetsuya.

El pelirrojo tomó una honda bocanada de aire cuando estuvo cerca de el. Pareció saborear el aroma con la lengua para después hablar con una altivez exacta y una presencia arrogante pero sin ser chocante.

"Oh dios, un alfa tirano...no, mejor dicho, un alfa tirano con complejo de emperador" se mofó en sus pensamientos cuando Akashi se inclino a besarle la mano y con suma delicadeza despues se acarició su mejilla en el dorso de su mano. Kuroko lo miró un instante y ante el estraño gesto decidió acariciar su mejilla de tal manera que el alfa pareció rendirse por un momento ante la caricia momentánea y le regaló una sonrisa complice.

El pelirrojo se alejó y otro alfa decidió ir a saludarlo, casi como un ritual. Este tenía el pelo verde oscuro perfectamente acomodado, usaba lentes por donde se vislumbraban unos lindos ojos verdes rodeado de espesas pestañas. Este en cambio tenía un paso firme pero cerrado, recto y rígido andar que no permitía ningún bamboleo en sus caderas las cuales eran angostas y aparentemente fuertes. El aroma de este alfa era fresco, limpio y muy adorable en realidad. Era como el aire de un bosque lleno de aromas distintos, entre que flores, arboles y las briznas del pasto. Kuroko lo recibió con una sonrisa que solo sirvió para descolocar aun mas al alfa quien se acomodó los lentes con el dedo medio.

—Midorima Shintarō, un placer Kuroko.

La voz del alfa era crispada y evidentemente trataba de no respirar demasiado a diferencia de las exageradamente largas inhalaciones que daba Akashi quien parecía ser codicioso en conseguir el aroma del Omega. Midorima tomó entre sus dedos la delgada mano de Kuroko con estos vendados y temblorosos. El peliceleste sintió un escalofrío muy puntilloso cuando el peliverde besó su mano debido a que justo al separar sus labios de su piel, el aire caliente se escapó de su boca golpeándo la sensible piel del celeste.

El próximo en pararse fue un Alfa gigante, tan alto que Kuroko tuvo que alzar su rostro para verlo a la cara. Este tenía el pelo largo y de un color morado muy lindo, iba de traje negro (como todos) y parecía sumamente aburrido con respecto a todo lo que fuese ajeno a él. Parecía devorarlo con la mirada puesta en el. Olía curiosamente a algo que se asemejaba a lavanda pero era tres trillones de infinitos mejor que aquella burda comparación.

Incluso cuando tomó su mano para besarla y darle un discreto lametón, Kuroko encontró divertido el gesto. Era tan crudamente sincero que le agradaba.

—Murasakibara Atsushi, mucho gusto Kuro-chin.

El siguiente era un rubio muy animado que tenía un rostro de porcelana y que caminó con tanta seguridad y encanto que era fácil perderse en el aleteo masculino de sus pestañas. El no se limitó a besarle el dorso de la mano, fue mas lejos y besó su mejilla con tal candor que no evitó que una sonrisa medio picaresca se formase en sus delgados labios. Inhalo el aroma a azúcar y una colonia masculina natural totalmente exquisita.
Kuroko casi aplaude por su atrevimiento.

—Ryota Kise. Un placer, Kurokocchi.

Kise se apartó y por consecuente se enderezó un moreno exótico y de aura terriblemente atrayente, su cabello azul oscuro, sus ojos penetrantes mirando cada detalle de su persona. Si Murasakibara habría de comérselo, posiblemente este estaba desvirgándolo con la mirada y no podía sentirse más instigado por sus ojos que cuando lo tuvo en frente. Expeliendo ese aroma a macho bravo y caliente, a algo que olía como a la madera quemandose o mejor dicho, al fuego, una peligrosa llama azul.

Él tomó su mano y la besó sin dejar de mirarlo, como si lo retara.

—Aomine Daiki. Un placer.

Kuroko retiró su mano como un pequeño animalillo escurridizo mientras veia como el otro se mordía los labios y se alejaba. Este daba miedo.

El último de ellos, un pelirrojo enorme con un gesto testarudo se acercó con pasos grandes, zancadas fuertes y con un aroma cálido, a sol y a tierra mojada, a lluvia, a todo aquello que se considere reconfortante en este mundo. Sus ojos no se despegaron de los suyos hasta que pudo sostener su pequeña mano entre las suyas, grandes y curtidas manos de obrero. Con cicatrices que tuvo la necesidad de besar por alguna razón.
El último Alfa besó su mano y aspiró tan sonoramente como le fue posible, sonrió amable, cálido.

—Kagami Taiga. Nice to meet you

Kuroko sonrió ligeramente y habló por primera vez. Se permitió sujetar sus manos también.

Nice to meet you, Kagami-kun.

Cuando Kagami regresó a su asiento tuvo que ignorar a los otros cinco Alfas mirándolo con sus rostros desfigurados por la envidia que los corroía.

¿Por qué a él si le había contestado y a ellos no?

Si hubieses preguntado, la simple respuesta de Kuroko sería.

"Porque él no me veía como un trozo de carne"

Omega SigmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora