¿Frosty el perro de nieve?

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Foxfire Hall

15 de febrero de 1984:

Severus no estaba teniendo una buena mañana. Cosa que no era sorprendente porque no había tenido una buena semana. El estaba trabajando en una droga experimental en el laboratorio para tratar de disminuir el Síndrome Auto Inmune en magos y disminuir el avance de la enfermedad en los que ya la tenían para que no murieran tan rápido. La mayoría de los magos y brujas que tenían la enfermedad tendían a morir en los cincuenta y sesenta años, ya que su núcleo mágico se consumía tratando de regenerar su sistema inmunológico contra todas las enfermedades.

Era un proyecto bastante ambicioso, algunos de sus compañeros de trabajo podrían haber dicho demasiado ambicioso, pese al status de Severus del más joven y brillante Maestro de Pociones de este tiempo, de acuerdo a un artículo en El Semanario de Pociones. Mientras que a Severus no le molestaba el reconocimiento, habría preferido estar lejos del ojo público. La gente que salía en los periódicos tendía a ser examinada y eso era lo último que Severus quería. Sus razones para tratar de curar el SAI eran personales, ya que su madre había muerto de la enfermedad, o mejor dicho de doble neumonía que había contraído por ser incapaz de luchar contra ella.

El se había prometido que algún día encontraría la cura contra la enfermedad, y tenia toda la intención de cumplir esa promesa. Excepto que sus investigaciones no estaban cooperando y este era su quinto intento en hacer la droga en tres días, solo para volver a fallar. El odiaba cuando una poción no le salía bien a la primera, eso lo irritaba. Su cerebro analítico siempre estaba buscando soluciones y él sabía que podría resolver este dilema, pero en ese momento el estaba de mal humor porque le estaba resultando complicado y se encontraba atorado.

Y el clima añadía a su mal humor. Habían llovido calderos anoche y la propiedad estaba cubierta en una capa blanca, a excepción del jardín de Drusilla. A Severus le gustaba la nieve en cantidades moderadas, pero esta había sido una nevisca, una de las peores que pudiera recordar aquí en el Norte, y estaba acompañada de un viento helado y temperaturas congeladas durante la mayor parte de la noche. Esta mañana salio el sol, pero hizo poco aparte de hacer brillar la nieve de forma invitadora. Severus odiaba el frío.

Así que se mantuvo silencioso y hosco esa mañana de sábado, desayunando solo porque debía alimentar su cuerpo y no porque tuviera deseos, aunque normalmente disfrutaba los omelet con jamón y queso de Lina con patatas fritas.

A su lado, el pequeño Harry de tres años y medio balbuceaba con Augustus sobre hombres de nieve que tomaban vida, como en la canción "Frosty el hombre de nieve", que Harry había oído como mil veces durante las vacaciones de Navidad cuando había ido a comprar con Severus al Londres Muggle. Eso había probado ser tremenda experiencia para ambos, habían comido en un café, después habían ido a una pequeña tienda de curiosidades para comprarle algo a Augustus, ya que él tenia una afición por los objetos Muggle, y entonces Harry había divisado la juguetería

Severus lo había llevado y le había permitido escoger un juguete pequeño y visitar al Padre Navidad de la tienda. Pero Harry se había embelezado con el hombre de nieve de tamaño real que tenían en la entrada de la tienda, que eras animado y saludaba a la gente que pasaba Con un fuerte, "¡Pasen! ¡Esta calido adentro y bienvenidos a nuestra tienda! Espero que disfruten sus compras, mi nombre es Botones."

El niño había insistido en volver a visitar el hombre de nieve y cuando fue tiempo de marcharse, armo una tremenda pataleta, la peor con las que hubiera tenido que lidiar Severus en público. Él había querido que compraran el hombre de nieve y cuando Severus trato de explicarle porque no podían, se había arrogado al piso y había comenzado a gritar con todas sus fuerzas.

Dejado en un pesebreWhere stories live. Discover now