Simplemente pasó.

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Después de aquella noche en la que llevé a Dante al desierto y le confesé todo mi amor, supe que sería distinto lo que pasará después. No sé como es que no pude notar que él estaba enamorado de mí, y, quizá peor aun fue que yo no quería asimilar la situación.

Al otro día, después de todo lo que pasó, me levanté temprano como de costumbre, salí a correr con patas, el clima está perfecto, y mientras estoy aquí corriendo con la perra más linda del universo, no puedo evitar pensar en Dante, su imagen se viene a mi mente, sobre todo aquella imagen donde los dos no estamos besando, donde yo escribo su nombre en su espalda.

Poco a poco el calor se fue manifestando, es verano, imaginé que después de correr, podría ir a casa de Dante, necesito verlo, sentir que está ahí conmigo, jajá, quien lo diría, yo, Aristóteles un chico de diecisiete años enamorado de un chico, que patético suena eso, pero realmente no me importa.

Ahora que lo pienso, si es que me encuentro con Gina y Susie, que les diré al respecto... Meh, ellas no se tienen que enterar de nada, sólo espero que Dante no se encuentre con ellas y les cuente todo, así como cuando fue la vez que fui el Héroe de aquel accidente. Imagino que su reacción será tal vez, decepción, no de mí, quizá de Dante, aún recuerdo cuando ambas dijeron que es "guapo" recuerdo sus palabras, puag, que horror.

Miré a Patas, me detuve un momento y le acaricié el lomo, ella es especial, lo sé desde aquel día en que la vi, además, es mía. No sé que sería mi vida sin ella.

-Eres la mejor perra de todas.-Le dije.

Seguimos nuestro camino, al terminar, llegamos a casa, entré y vi a mi mamá hablando por teléfono, no la interrumpí, me fui a mi aburrido cuarto a recostarme un rato, dejé a Patas libre, mientras que yo subí despacio hasta el cuarto. Me senté sobre la cama, me quedé pensando un buen rato, sólo espero que las cosas no sean diferentes en ésta casa, que mi mamá empiece de exagerada y quiera tratarme diferente, no lo creo, no serán las cosas así. Me recosté, miré al techo, está aburrido, sin nada que expresar, un tanto como yo.

Mi mamá subió a mi cuarto, se me quedó viendo con una sonrisa un tanto extraña, algo trama, y eso no significa nada bueno para mí.

- ¿Cómo te fue Ari?-El tono de voz en que lo dijo sonó raro.

-Bien, el calor comienza a crecer.-Le dije.

- Hablé con tus hermanas, vendrán a verte.-se quedó callada, luego habló.-A vernos, perdón.-Luego se fue.

No dije nada, sólo la escuché. Rayos, vendrán mis hermanas, ¿Qué le habrá dicho mi mamá a ellas sobre mí? quien sabe, mi madre puede ser un tanto impredecible. Luego salí de la cama, bajé, salí de mi casa directo a casa de Dante, tenía que verlo, más bien, necesito verlo.

Toqué la puerta, y me abrió Sam, está contento, y no creo que sea porque estoy parado frente a él, seguro ha de ser cosa del embrazo de la Sra. Quintana.

- Ari.-Me estrechó la mano-¡Pasa!

- Buenos días Señor Quintana, es decir, Sam.-Intenté sonreír, pero siento que fue algo estúpido, intento fallido Ari.

- Dante está en su pocilga, más bien, la está arreglando, ya sabes como es.

- Bien, subiré a verlo.-Hice un gesto de amabilidad, luego desparecí.

Subí al cuarto de Dante, cuando entré él sólo está sentado en su cama viendo hacía la pared, no sabía si interrumpirlo o seguirlo viendo hasta que se diera cuenta que estoy detrás de él.

Lo vi un pequeño rato, pero no pude aguantar las ganas de escuchar su voz.

- ¿En qué tanto piensas?-Él volteó y me sonrió.

- ¡Ari!-Se levantó, fue hacía mí y me abrazó, algo así como si no nos hubiéramos visto en años.

-Ya quería verte.-Igual lo abracé, en el momento en que pasó, sentí su calor.

-Yo igual, justo pensaba en ti.-Dijo.

-Tu papá dijo que estabas escombrando tu pocilga.-Reí, y él se cruzó de brazos.

-Me da flojera, y lo sabes.

-Tú siempre tan Dante.-Dije.

-Y tú siempre tan Ari.-Dijo.

Aristóteles y Dante descubren los secretos del universo (2da parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora