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Nos quedamos un buen rato allá en el desierto, Gina y Susie no aguantaron estar despiertas, ellas se quedaron dormidas en la parte trasera de mi camioneta. En cuanto a mí y Dante, los dos nos quedamos mirando las estrellas.

  —Te veías muy entretenido hablando con Susie.-Le dije.

 —Es linda tu amiga, y también simpática.-Se paró junto de mí.

  —Ella sí, la única que a veces me desespera es Gina.-Lo miré.

 —Se nota, quizá y le gustes.-Se rió.

  —Pues más vale que no lo sea.-Nos quedamos callados, Dante me miró y me sonrió.- ¿Por qué me miras tanto?

 —Me gusta verte, eso es todo.-Me dijo. 

Recuerdo cuando los dos nos desnudamos y corrimos alrededor de la camioneta, el día estaba lluvioso, nosotros estábamos drogados, una de las mejores malditas experiencias de toda mi vida.

No tenía idea alguna de que hora es, imagino que pasa de las doce, Dante y yo nos subimos a la camioneta, dejamos a las chicas atrás. Intenté manejar lento, no había prisa alguna, mi madre ya sabe que onda con los jóvenes como nosotros, que somos tan patéticos sin nada que poder hacer, digo, que es lo que podríamos hacer nosotros en el desierto, sólo mirar las estrellas, quizá tomar cerveza o drogarnos, pero no, simplemente estamos aquí, platicando sobre la vida y lo que caiga.

No recuerdo mucho de aquella madrugada, sólo recuerdo haber dejado a Gina y Susie en sus casas, ni siquiera recuerdo cuando Dante se fue a la suya, ni recuerdo haber llegado a la mía a dormir, maldita memoria que tengo.

En la mañana, desperté todo agitado, casi gritando, lo noté cuando vi a mi madre sentada al lado mío calmándome.

  —Todo está bien pequeño.-Ella me dijo pequeño, no recuerdo cuando fue la última vez que escuché esa palabra salir de su boca.

  —Má.-Intenté recobrar vida- ¿Dónde estoy? ¿Dónde está mi padre?

 —Salió, y tú estás aquí acostado en tu cama.-Puso su mano en mi frente.

  —Tuve una...-Hice una pausa.-Pesadilla.

 —Todo está bien Ari.

  —Menos mal.-Me levanté.-Iré a darme un baño.

Ella se fue, yo me quedé sentado en la cama mirando la pared, tengo vagos recuerdos de la pesadilla de hoy, sólo sé que ahí estaba mi padre, algo ocurría con él. Me dirigí al baño, me quité la camiseta, de ahí el pantalón, la ropa interior y quedé completamente al desnudo, le abrí a la llave, salió el agua fría, metí primero el brazo, de ahí la pierna, así hasta que mi cuerpo se adentró al agua que seguía estando fría, pero ese frío es acogedor.

Luego de bañarme y vestirme, agité mi cabello que poco a poco va creciendo, esto de tenerlo largo es genial, además siento que le va a mi persona.

Fui a casa de Dante, me quedé en la puerta sin tocarla, luego la toqué y me abrió Soledad, tiene una gran sonrisa en su rostro, además... su pancita está creciendo, se ve bien. Me hizo entrar, la casa se ve bien, tiene cierto ambiente positivo que me penetra el alma, jajá bueno, no tanto, pero igual se siente diferente.

Dante lo encontré sentado en un mueble,  con los pis arriba del escritorio de Sam, el no había notado que yo estoy ahí, pero su madre me delató.

  —Ari, que bueno volver a verte.-Me dio unas palmadas en la espalda.

 —Lo mismo digo.-Intenté sonreír.

  —¿Cómo están tus padres?

 —Bien, ¿Y ustedes cómo están?-Le dije.

  —Bien, gracias.-Dijo ella.

 —¡Siempre están bien!-Gritó Dante.

  — Bien, los dejaré solos.-Ella se subió.

Me agrada mucho su madre.

  —Oye Ari, Susie me invitó a salir.

 —¿Qué rayos? ¿Y qué le dijiste?-Espero que haya sido no.

  —Que sí.-Demonios.

 —Vamos Dante, ¿Cómo quieres que termine esto?

  —En amistad, eso es todo.-Se veía tan seguro de decirlo.

 —No creo que ella piense igual que tú.

  —Ari, no tienes porque exaltarte, yo puedo dejarle las cosas claras si quieres...

 —No creo que se sea el momento de decirlo.-Su expresión cambió.

  — ¿Así que quieres que todo esto se mantenga oculto?-Se escucha enojado.

 —No lo sé Dante, yo...-Lo pensé.-No sé si estoy listo para todo esto, ya sabes.

  —Maldita sea Ari.-Lo dijo en voz baja.-Se nota que tan enamorado de mí estás.

 —Dante, no es necesario que nos pongamos así.-Mierda.-Sólo que, no sé.

  —Yo podría gritar que me encantas, que estoy enamorado de ti, ¿Qué serías capaz de hacer tú por mí?

 —Lo que sea, si di mi vida por ti, puedo hacer cualquier cosa por ti.-Esas palabras realmente salieron de mi corazón.

   —Bien, entonces no tienes porqué ponerte así Ari.

  —Sí Dante, lo sé.-Le dije.

 —Ari.-Me gusta cuando me dice así.-Tú siempre, siempre, siempre pero siempre, serás antes que los demás.

  —Pero no antes que tus padres.

 —Ellos son una excepción.-Dijo.

  —Bueno, pero... prométeme que le dejarás claro que sólo serán amigos.

 —Lo prometo Ari.

  —Estamos locos.-Le dije.

 —Estamos locos.-Repitió.

Aristóteles y Dante descubren los secretos del universo (2da parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora