Un día cualquiera.

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Ya vienen esos días festivos, donde se supone tiene que haber "felicidad" y esas cosas de sentimientos positivos de la que tanto se habla, yo por mi parte no tengo mucho que expresar, pues esta noche buena y navidad, me la pasaré con mis hermanas, con Dante, mis padres y el más importante...yo.

En esta mañana, me levanté temprano para salir a correr, dejé que patas descansara un poco, pues, creo que necesito tiempo a solas, mi vida va mucho mejor, jamás habría pensado que llegaría hasta acá, osea, es que alguien con un pensamiento como el mió a lo mucho creería que vida duraría un rato.

  —Hace frió.-Dije en voz baja.

Pero mil veces prefiero este frió a el maldito calor del verano, que con suerte te deja respirar.

Me la pasé gran parte de la mañana corriendo por el lugar, hasta que se me ocurrió visitar al chico que pasa por mi mente todo el tiempo. Llegué a su casa, toqué la puerta y me abrió él con una enorme sonrisa en el rostro, quien lo diría.

 —Ari, justo estaba pensando en ti.-Me abrazó.

  —Yo igual.-Él se rió.

 —Eres demasiado expresivo.-Ahora yo me reí.

  —¿Qué harás en estas fechas?

 —No sé, creo que nada, pasar los días con mis papás, y contigo.-Sonrió.

  —Vaya, que vida, oye deberíamos salir otra vez al desierto ¿No crees?-Él lo pensó.

 —Podría ser, la verdad es que si necesito un rato para despejar mi mente.

  —Creo que todos necesitamos eso.

Seguí hablando con Dante, pero, entramos a su casa, ahí dentro está completamente calientito, o es eso o mi mente anda perturbada por estar pensando en él la mayor parte del tiempo.

En la tarde se vino una tormenta, que tardo bastante en pasar, los truenos retumbaban en el cielo y la lluvia era más fuerte, no había sentido algo así o visto más bien, recuerdo las pequeñas lluvias que llegaban acá, pero no era la gran cosa, peeero, esta tormenta me agarró dentro de la casa de Dante, estuvimos mirandonos el uno al otro, pero en cuestión de segundos se fue la luz.

 —Ya viste.-Señaló el techo.-Se ha ido la Luz.

  —Lo sé, ya vi.

 —Estás enojado.-Dijo él.

  —No hay razón para estarlo.

 —Ari, ¿Por qué me gustas tanto?-Yo no supe que responder.

  —Lo mismo me pregunto.

 —Me das arta ternura.-Me dijo.

  —Te quiero.-Dije en voz  baja.

 —¿Qué dices?-Insistió.

  —Digo que.. Te quiero.-Le dije un poco más alto.

 —Tú me querrás, pero, yo te amo.-Se acercó a mí y me besó, sí, así tal cual, él no se trae con rodeos, y eso me gusta.

Fue una tarde bastante buena para ser verdad.


Aristóteles y Dante descubren los secretos del universo (2da parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora