Capítulo 1

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La vida continuaba.

Eso, al menos, era lo que se había repetido Oikawa Tooru durante todo el viaje en tren que lo llevó hasta Tokio. No es que filosofara sobre la vida y el existencialismo, no, simplemente trataba de convencerse a sí mismo.

La vida continuaba.

Era una frase estúpida y demasiado usada, lo sabía, pero de algún modo le servía para reconfortarse ante el cambio repentino. Hacía pocas horas atrás su familia y algunos de sus amigos habían ido a despedirlo a la estación, por eso aún tenía vívida en la memoria la última imagen de todas esas personas agitando la mano, despidiéndolo y deseándole buena suerte, mientras el tren comenzaba a avanzar. Pero entre todos ellos faltaba la única persona cuya presencia más extrañaría: Iwaizumi Hajime.

Por supuesto que también extrañaría a su familia, sobre todo a su sobrino y enseñarle a jugar volley, y echaría de menos a sus amigos y las tonterías cotidianas compartidas. Pero eran sentimientos de nostalgia que podría sobrellevar, parte de la vida de todo el mundo. Lo difícil en este caso, lo que no estaba en sus planes (lo que en realidad nunca quiso ver entre sus planes, porque la realidad siempre estuvo ahí), era tener que separarse de Iwa-chan: su mejor amigo, su mejor aliado en la cancha, su eterno "Anti-Fan Nº 1", su camarada espacial. Su primer amor, por mucho que le hubiese costado admitirlo a lo largo de todos sus años juntos.

Con todo eso en mente, Tooru llegó al pequeño complejo de apartamentos donde residiría de ahora en más. Quedaba a pocos minutos de la universidad y la mayoría de los inquilinos eran también universitarios. Bien podría haber optado por vivir en la residencia universitaria, pero Tooru tenía sus propios planes, los cuales no quería que fuesen interrumpidos por ningún compañero de residencia demasiado impertinente. Esos planes, por supuesto, incluían específicamente a Iwaizumi y algún futuro viaje a Tokio, durante el cual tuviese que hospedar a su mejor amigo.

"Si es que vuelve a hablarme alguna vez en la vida", pensó Tooru sombríamente, lo cual no era habitual en él.

Giró las llaves en la cerradura de su nuevo apartamento, abrió la puerta y entró los pocos bolsos que traía con él, porque el resto se lo mandarían luego con un servicio de envío. La luz del atardecer se filtraba por la ventana, tiñendo de anaranjado todo el lugar.

—¡Estoy en casa! —saludó a la sala vacía. La respuesta fue un silencio apacible.

No se molestó en acomodar las cosas que traía, ya lo haría más tarde. Ahora era momento de algo mucho más importante en la vida de todo hombre recién emancipado.

Un momento crucial y definitorio.

Era momento de hacerse bolita en algún rincón y:

a) Llorar hasta que los niveles de deshidratación pusieran en riesgo sus funciones renales.

b) Reírse histéricamente hasta que la mal función en este caso fuese de su diafragma y, con un poco de suerte, muriese sofocado.

c) Gritar como un loco desquiciado, tirándose de los pelos hasta que la calvicie pasara al primer puesto de sus preocupaciones actuales.

d) Todo lo anterior junto, por intervalos.

Obviamente optó por esta última opción, pero tratando de no despeinarse mucho. Si había ganado el premio al mejor Setter de la prefectura, nadie podía discutir que también merecía el premio al más dramático pero con estilo. ¿Pero por qué este despliegue irracional de emociones extrañas? Primero, porque era Oikawa Tooru y cualquier despliegue de lo que sea estaba bien en su caso, y segundo, porque no estaba seguro de haber cometido el mejor acierto o el peor error de su vida.

El Club de los 5 - Haikyuu!!Where stories live. Discover now