Capítulo 43

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En una dorada y destemplada mañana otoñal, las hojas que se desprendían de los árboles caían con desgana ante el irremediable cambio de estación. Shirabu abrió los ojos tres minutos antes de que sonara la alarma de su reloj, y contuvo las ganas de insultar al aire. Miró las manecillas con rencor y se preparó mentalmente para levantarse. No era alguien particularmente dormilón, siempre se levantaba con el primer sonido de la alarma y no necesitaba posponerla para que se repitiera cada cinco minutos. Pero le gustaba disfrutar del descanso en forma plena, y esos tres minutos de menos para el sueño ya indicaban un día complicado por delante. Con fastidio estiró la mano para desactivar la alarma antes de que comenzara a chirriar, luego apartó las mantas y se sentó en la cama, apoyando los pies en el suelo. El frío bajo sus plantas le indicaba que la estación por fin había cambiado del todo, y atrás quedaban los vestigios de los últimos cálidos días de verano. Al otro lado de la ventana el paisaje del campus se veía en tonos ocres, con un parsimonioso sol alzándose entre las copas de los árboles en pleno deshoje. Parecía un día perfecto para quedarse debajo de las mantas e ignorar la realidad fuera de la cama, pero habían cosas que no se podían evitar.

Shirabu se puso de pie y tomó lo necesario para ir a asearse al baño, mientras Goshiki, en su propia cama en el otro extremo de la habitación, aún roncaba plácidamente. Quince minutos más tarde, cuando Kenjiro volvió a la habitación listo y con el pelo ligeramente húmedo, encontró a Tsutomu despierto y parado frente al escritorio, como absorto.

—¿Qué haces? —Lo increpó Shirabu mientras guardaba sus cosas—. Si no te alistas pronto, llegarás tarde a la práctica.

—No sé si quiero llegar a la práctica —murmuró el otro chico, cabizbajo.

—¿De qué rayos hablas? Siempre quieres entrenar, eres exasperante.

Goshiki no respondió nada; siguió hundido en sus pensamientos, aún en pijama, y tomó algo del escritorio de forma casi inconsciente. Entonces la voz de Shirabu brotó fría y autoritaria a sus espaldas:

Suelta eso.

Suspirando, Goshiki dejó nuevamente sobre el escritorio el pequeño pulverizador de agua que había agarrado.

—¿Cuántas veces debo repetirte que no te metas con mi jodido Bonsai? —Se soliviantó Kenjiro.

—Solo quería ayudar...

—Vuelves a desobedecerme, y el próximo remate nuevo que aprendas lo harás con el muñón de tu muñeca —lo amenazó—, porque te arrancaré la mano de cuajo.

Sobre el escritorio que debían compartir, ubicado frente a la única ventana de la habitación, descansaba un pequeño arbusto Bonsai en su maceta. Era un tallo de camelia japónica, cuyas ramitas de momento se veían algo delgadas y solo poseía hojas verdes, pues aún no llegaba su época de floración. Shirabu había llegado con aquella maceta luego del verano y cuidaba la planta celosamente, lo cual despertaba la curiosidad de Goshiki, ya que su senpai nunca se había mostrado muy afecto por cuidar ningún ser viviente, fuese planta o animal (siendo la excepción Ushijima-san, único ser a quien parecía dispuesto a servir).

—Alístate de una maldita vez —lo urgió Shirabu a Goshiki de pronto.

—¡S-sí, ya mismo!

Mientras Tsutomu se apresuraba a ordenar su bolso y salía disparado a darse una ducha rápida, Shirabu se encargó cuidadosamente de rociar con agua las hojas de su querido Bonsai. Ushijima se lo había obsequiado antes de regresar a Estados Unidos, explicándole que hubiese querido regalarle la planta en estado natural para que pudiese plantarla y hacerla crecer donde quisiera, pero era algo que no resultaba práctico viviendo en un campus universitario. Así pues, le regaló uno de los tallos de Bonsai que su propia abuela en casa le había enseñado a cultivar, ya que era la afición favorita de la señora. Debido a ello, a menudo Shirabu se preguntaba qué opinaría la matriarca de la familia Ushijima si supiera que su nieto le había obsequiado uno de los Bonsais a otro muchacho...

El Club de los 5 - Haikyuu!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora