Capítulo 23

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Una cálida mañana de verano en Miyagi, Tooru se levantó con la energía de cinco soles, e igual de radiante. Tomó una ducha rápida, y mientras se lavaba la cabeza entonaba alegremente uno de los antiguos hits de ABBA:

Gimme, gimme, gimme a man after midnight —movía el torso al ritmo de la canción.— Won't somebody help me chase the shadows awaaaay...

Una vez vestido, bajó la escalera saltando de a dos escalones por vez y desayunó con su familia antes de salir a toda velocidad hacia la casa vecina. La madre de Iwaizumi lo hizo pasar con una sonrisa.

—Hajime-kun aún duerme, ve a despertarlo si quieres —le dijo.— ¿Tomarás desayuno con nosotros?

—¡Gracias, tía, pero ya comí en casa! —repuso Tooru mientras se escurría hacia el piso inferior.

—No importa, puedes repetir —replicó la mujer, yéndose hacia la cocina.— Eres deportista, debes alimentarte bien.

Una vez frente a la habitación de Iwaizumi, Tooru inspiró con fuerza y abrió la puerta de par en par al grito de:

—¡IWA-CHAAAAAN!

Un almohadón se estrelló violentamente contra su cara.

—Cállate o muérete, lo que te quede más cómodo —espetó una voz gruñona y adormilada.

El cuarto estaba en penumbras, pues la cortina americana estaba completamente cerrada sobre la ventana, impidiendo la entrada de los intensos rayos del sol veraniego. Tooru entró con una amplia sonrisa.

—I-wa-chan —fue diciendo en sílabas.— Es hora de... ¡Ah, no, tú de nuevo! —empezó a agitar los brazos.— ¡Shuuu, shuuu!

Por toda respuesta obtuvo un ladrido feliz y una alegre colita meneándose. Sobre el pecho de Iwaizumi estaba acomodado un cachorro de pelaje cobrizo y chispeantes ojitos oscuros.

—¡Sal de ahí ahora mismo, esos pectorales tienen dueño y no eres tú! —increpó Tooru al pequeño can, que siguió en su puesto, sin moverse siquiera, pero meneó la cola con más ganas.— Maldito perro del infierno, deberías llamarte Cerbero.

—Deja en paz a Wasabi, Basurakawa... —masculló Iwaizumi, soñoliento, y se giró en las sábanas arrastrando al cachorrito entre sus brazos.

Tooru resopló entre dientes, indignado. Desde que había vuelto a Miyagi para las vacaciones, aquel maldito proyecto de perro a medio terminar se interponía entre él e Iwa-chan. Hajime se lo había encontrado hacía unas semanas en la calle, después de su turno nocturno en el trabajo, y por alguna razón que no le explicó muy bien a Tooru, se había encariñado con el mugroso animalito y lo había adoptado. El perrito era tierno y adorable a ojos de Oikawa, y no hubiese tenido mayor problema con él, si no fuese porque se pegaba a Iwaizumi como si fuera su jodida madre perruna.

Habían pasado cuatro días desde que Tooru llegara a la prefectura, y aunque había disfrutado de algunos momentos íntimos con Hajime, estos no habían pasado a nada importante porque el endemoniado cachorro se ponía a llorar en la puerta de la habitación si no lo dejaban entrar; y si estaba dentro, se la pasaba lanzándose sobre Iwaizumi y pidiéndole cariño, interrumpiéndolos. Por otra parte, no contaban con el cuarto de Oikawa porque toda su familia se hallaba reunida en su casa, debido a las vacaciones. Así pues, Tooru comenzaba a tener un deja vù de su frustración sexual en las vacaciones de verano anteriores, y en este caso los planes de seducción con cuero y látigos no servirían de mucho, porque el problema no era la actitud de Iwa-chan, si no la de su mascota. Aunque bien podría usar el látigo para amarrar al maldito cachorro en el patio por unas horas...

El Club de los 5 - Haikyuu!!Where stories live. Discover now