Capítulo 10

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Hacía tres días que Tooru estaba de vuelta en su ciudad natal. Tres días en los que se puso al día con su familia, en los que volvió a enseñarle a jugar al volley a su sobrino, en los que casi llora de emoción al probar comida casera de su mamá una vez más, en los que se reunió con amigos y conocidos. Tres días.

Tres. Días.

TRES.

DÍAS.

Esa era la cantidad de tiempo en que Iwaizumi no lo había tocado desde su regreso, a pesar de que habían pasado juntos varios momentos. No es como si pretendiera que lo besara apasionadamente en medio de la cena familiar de los Oikawa a la que invitaron a Hajime para quedarse, ni delante de sus amigos cuando pasaban el rato por ahí. Pero un beso aquí y allá no mataba a nadie, ¿no? Una caricia, una sonrisa, ¡un algo! ¡Algo que le demostrara a Tooru que aquella última vez juntos en Tokio no había sido producto de su más salvaje imaginación!

No es como si hubiesen llegado muy lejos esa vez, de todas formas. Iwa-chan había detenido la situación justo cuando Tooru estaba por despojarlo y despojarse a sí mismo de la ropa interior. ¿Por qué? Porque al otro día Tooru tendría un partido y no debía enfrentarlo con el cuerpo adolorido... en zonas que no deberían dolerle solo por entrenar. Esa era la excusa de Iwa-chan. Razonable, puestos a considerarlo con la cabeza fría; que no era el caso de Tooru en ese preciso instante.

—Iwa-chan... —murmuró en aquel momento, jadeante.— No me interesa si termino inválido de la cintura para abajo y mañana debo jugar arrastrándome con los codos o con los dientes —le sujetó la dura entrepierna con fuerza.— Solo... hagámoslo. Ya mismo. Por favor. Hagámoslo.

Pero no tuvo suerte. Por las venas de Iwa-chan debían correr vestigios del iceberg que hundió el Titanic, porque el maldito no tuvo ningún problema en recuperarse mientras se negaba rotundamente a continuar. Tooru hizo una escena, por supuesto, pero no le sirvió de nada. Las puertas a la adultez estaban cerradas a cal y canto.

Aquel tercer día de frustración acumulada Tooru iba rumbo a la tienda a comprar helado, caminando tranquilamente mientras reflexionaba su siguiente estrategia para seducir a Iwa-chan de una vez y para siempre. Estaba dispuesto a usar cuero y látigo si era necesario. Pero no pensaba volver virgen a Tokio. ¡Ah, no, eso sí que no! Trataba de recordar las películas porno que le gustaban a Iwa-chan, para ver si reconocía algún patrón fetichista que le jugara a favor... pero en verdad no recordaba la última vez que habían visto una porno juntos. Tenían algo de catorce años, quizá, e Iwa-chan parecía excitado pero estaba quieto como una estatua. El dato que podía sacar de eso es que el maldito tenía un férreo autocontrol desde hacía años.

Al pasar junto al parque le llamó la atención ver a alguien practicando saques de volley. Sonrió con malicia al reconocer un objetivo donde descargar parte de su frustración, y se acercó al sujeto.

—To-bio-chan —saludó separando las sílabas con sorna.

Kageyama erró el siguiente saque al girar la cabeza para encontrarse a su sempai observándolo.

—Oikawa-san —saludó con un movimiento de cabeza.

—¿Practicando solito, Tobio-chan? —preguntó Tooru levantando la pelota que había rebotado hasta sus pies. Kageyama asintió.— ¿Qué hay de Chibi-chan? ¿No son un combo? ¿Ya se cansó de ti? —largó una risa burlona.

La mandíbula de Kageyama se tensó.

—No está aquí —frunció el ceño y desvió la mirada antes de agregar:— Está en Tokio, con Kenma-san.

El Club de los 5 - Haikyuu!!Where stories live. Discover now