2 - La becaria

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En una actitud muy considerada de su parte, Selene se iba abandonando una nota sobre la almohada en la que me notificaba (tal es la palabra que utilizaría) que viajaba a Nueva York por 10 días.

No me extrañó en absoluto. Nuestra relación no era convencional ni mucho menos; teníamos sexo cuando queríamos, donde queríamos y como queríamos. Pero engañarme de ese modo, era desleal: teníamos cuando ella quería, donde ella quería y como ella quería.

Selene ejercía sobre mí un poder desmedido. Con tres años más que yo, la idolatraría desde nuestra adolescencia, cuando perdí mi virginidad en sus manos (y en su cuerpo). Era la hermana mayor de Adam, mi mejor amigo habiendo sido yo, la última persona que vería antes de morir.

Con sus gritos grabados a fuego en mi mente, perturbándome, despertándome por las noches, esta repetición era agotadora y constante, y la ayuda de Selene, nula. Me tildaba de loco o de temeroso, dejándome huérfano de respuestas. Sin tener del todo claro si era una cosa o la otra, lo único que sentía cuando está a mi lado, es que toda mi seguridad se va al bote de basura de un soplido. El licenciado sabelotodo, el hombre apuesto y de gran talante, se derretía como una vela.

Frente a ella era inferior, incapaz de articular palabra y pobre de espíritu y convicción. Me costaba hablar, expresarme, y aun complaciéndola sexualmente, siempre resultaría poco para Selene. Intoxicándonos, lograríamos una tregua después de mucho dolor de mi parte. Pero al menor intento de confesar que no me sentía a gusto con esta relación enfermiza y absurda, me calificaba de mariquita cursi, sentenciandose como mucha mujer para mí.

Nuestro sexo de reconciliación era muy bueno porque solía pedir perdón tras sus exabruptos y palabras hirientes y yo aceptaba reconociendo aquello como la única manera de seguir en contacto con Selene.

Pero esto ya me asfixiaba. Yo quería algo más.

Con 34 años me vi envuelto en una sequía emocional intensa. No era amor lo que sentía por ella; era una tóxica adicción y de la que era esclavo hacía casi 20 años; con nuestras idas y vueltas, siendo esto lo más cercano que estaría de tener una novia...o alguien estable en mi vida.

Cuando no estábamos juntos las reglas eran claras: mientras tomemos las precauciones correspondientes, tendríamos una suerte de "pase libre". Podíamos estar con quienes querrásemos. Aun así, mi apartamento solo era reservado para ella, nadie lo pisaría nunca, a modo de acuerdo implícito con mi cerebro. A ella le importaría un cuerno, pero esa actitud me brindaba cierta sensación de lealtad para con Selene.

El acuerdo de extraña exclusividad sexual había sido propuesto e impuesto por ella.

Corrían las 7 de la mañana, a las 8.30a.m. tendría que hacerme presente en el estudio porque desde que Lily se habría ido de vacaciones, tres semanas atrás, no tuve alternativa más que reemplazarla.

La dinámica del Studio Rondeau París era impagable porque allí me sentía vivo, útil e importante. Pero no alardeaba de ello como un maníaco egocéntrico, sino todo lo contrario, me sentía "alguien". Porque con el transcurrir del tiempo, me sabría ganar un lugar designado a dedo.

Adam y Selene eran sobrinos de Frederick, quien junto a su hermano George, fundarían Studio Rondeau. Los jóvenes Rondeau, serían los herederos de la fortuna del imperio que su tío soltero y sin familia, forjaría con esfuerzo y dedicación. Ambos crecerían con él, ya que sus padres, morirían en un trágico accidente en una avioneta privada.

Evidentemente Selene estaba rodeada de tragedia. Ella era la top model de la firma; fue quien, cuando recién daban comienzo al sueño del diseño de modas, desfilaba los diseños de la casa. Prontamente, se haría de un lugar no sólo en la industria local, sino también en el exterior.

"La elección de una valkiria" - (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora