9 - "La palabra justa"

3.8K 404 41
                                    

La guerra de almohadas sería por lejos lo más gracioso de mis últimos 10 años de vida.

Como así también lo más absurdo y tonto...porque lo había hecho nada más ni menos que con mi jefe.

Avanzando junto a él, fiché su conducta de un modo más exhaustivo: en el trabajo demostraba constantemente sus dotes profesionales a través de conceptos claros y su estricta afición por explicarlo todo al pie de la letra; se tornaba posesivo con las tareas de su área, inclusive recargándose de labores ajenas. Obsesivo de la puntualidad, exigente consigo y con los demás, Felipe Grosvenoir era una máquina perfeccionista y puntillosa.

Pero cuando hablaba de su familia, tal como lo habría hecho dirante el vuelo, una sombra de soledad oscurecía su mirada; sin dudas extrañaba a su clan. Un batallón de hermanos, padres sobreportectores y aunque no lo sabía aun, sospechaba que sería tío de mil sobrinos que como mínimo, resultarían su punto débil. Envidié esa unión por un momento. Acostumbrada a la soledad de ser hija única, sonreí por imaginar la complicidad entre todos.

Sus ojos parecían esconder algo doloroso detrás de ese manto de hombre seguro, varonil y sexy; un hombre con nobles sentimientos, vulnerable y triste pujaba por no darse a conocer. Era lógico, yo no era su amiga, simplemente una de sus empleadas con la que se habría dado un clima interesante de extraña complicidad.

Era innegable notar cierto brillo especial en sus ojos al mirarme, pero desenmarañando la relación que tenía con sus hermanas, tal vez ese destello que supe notar como cariñoso significaría ni más ni menos que estima

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Era innegable notar cierto brillo especial en sus ojos al mirarme, pero desenmarañando la relación que tenía con sus hermanas, tal vez ese destello que supe notar como cariñoso significaría ni más ni menos que estima. Yo, quizás en algún punto, significaba para el ser la hermana menor que no tenía. Le sobraban mayores pero no más chicas que él.

El pesado de Kenny no habría dejado de hacerme bromas tontas en el avión intentando averiguar sobre mi vida amorosa y familiar. Aun aceptando que era buenomozo y guapo, no me interesaba en absoluto hablar con él de mi vida privada; como si una cortina de hierro bloqueara mi contacto con él, habría puesto mi modo automático en funcionamiento desde que eligió sentarse a mi lado.

Cuando hubo de cansarse por mi aburrido monosilabismo, sutilmente, se sumergió en su reproductor de música y yo en un sueño profundo con la música en mis oídos para evadirme finalmente, del insistente Kenneth Erikssen.

Pude dormirme, pero el estar sentada del lado de la ventanilla tenía sus desventajas. Cómo, por ejemplo, pasar por delante de ambos muchachos para ir al baño.

Kenny estaba con un tapaojos de tela porque, según sus palabras, padecía de insomnio en tanto que mi jefe tenía la cabeza levemente volcada hacia atrás, respiraba y exhalaba fuerte y sus manos entrecruzadas posadas sobre su regazo. Cuando regresé, parecía que nada hubiese cambiado.

Leí un par de hojas de la revista Cosmopolitan y comencé a bostezar, dando inicio a una segunda tanda de descanso.

Abrí los ojos nuevamente, miré el reloj y para entonces, Kenny no estaba a mi lado, y Felipe se movía nervioso, sumergido en una pesadilla que no querría contarme.

"La elección de una valkiria" - (Completa)Where stories live. Discover now