11- "El regalo"

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Se habría marchado

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Se habría marchado.

Sin más.

Toqué mis labios temblorosos y ardiendo por sus besos; los besos más calientes y sabrosos que me habrían dado en toda mi vida.

Si antes sería difícil no sucumbir a su contacto, en ese instante, en el cual habíamos sobrepasado la cordura, resultaría casi imposible.

Mi jefe y yo. Peor, era derroche.

Desde la historia de la humanidad quizás, secretarias y jefes han tenido affaires; no era sorpresa ni sería la única sobre la faz de la tierra que se tiraba a su sexy jefecito. La diferencia radicaba en que yo no era una cualquiera ni lo hacía con fines laborales.

Felipe Grosvenoir me gustaba y mucho. Tal vez más que mucho y más que muchísimo, también. Y por mi naturaleza de carne y hueso, justificaría que su voz aterciopelada y oscura como la noche sumada al champagne que de un solo trago ingerí en el brindis de su cumpleaños, me arrastraron al límite de lo irracional.

Obtendría frente a mí la espectacular visión de su pecho ancho, la de esa mata suave de cabello sobre sus pectorales y la fina tira que lo unía con su estómago y partes bajas.

Obtendría frente a mí la espectacular visión de su pecho ancho, la de esa mata suave de cabello sobre sus pectorales y la fina tira que lo unía con su estómago y partes bajas

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Al quitarse el sweater pensé que el cielo acababa de liberar a alguno de sus arcángeles y que vendría en mi búsqueda. Pero sería un error: ese cuerpo endiablado, caliente y desesperado que se frotaba contra mi busto, era el de mi jefe.

El tac, tac, tac de los sucesivos broches abriéndose en mi camisa me transportarían a las llamas del mismo infierno. Mi piel rozaba la suya y su vello me hacía cosquillas, excitándome demasiado pronto.

Engullendo nuestras bocas con desesperación, dejamos en claro que era eso exactamente lo que queríamos ambos...al menos fue lo que pensé hasta que se apartó de mí diciendo que no podríamos seguir adelante.

Lo primero que se me vino a la mente  y le vomité al instante, fue que yo era poca mujer para él.

Felipe estaría acostumbrado a frecuentar mujeres de un ambiente distinto al mío; con clase, glamour, imponentes: yo hasta tres meses atrás era una estudiante de diseño de indumentaria, haciendo sus prácticas como ayudante de docencia en la Universidad pública de Buenos Aires e incapaz de despertar la lívido de ningún hombre que no tuviese problemas o una doble vida, como Nicolás.

"La elección de una valkiria" - (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora