17 - "Sobre mesa"

3.9K 371 25
                                    



El enorme espejo del baño me devolvía una imagen terrible; el maquillaje desparramado en cualquier lugar de mi cara, mis labios hinchados y colorados y mi pelo revuelto como una vasija con tallarines.

Aun así, nadie me quitaba la sonrisa que surcaba mi rostro con mis labios anudándose en mi nuca. Feliz, contenta, y plena, había logrado alcanzar las mieles del orgasmo en tres oportunidades.

Y lo mejor del caso, es que no había tenido pudores con él. No me importó desnudar mi cuerpo con mis cicatrices. Este hombre, nada menos que mi jefe, tenía bien en claro cómo lograr que una mujer la pasara súper bien.

Lavé mi cara y la sequé dando pequeños golpecitos para no manchar la toalla con restos de rimel. Después, opté por sentarme en el inodoro por un instante para secarme el sudor. Sentía las piernas flojas, temblorosas, hormigueantes.

Felipe acababa de entregarme el mejor sexo de mi vida. Y no conforme con eso, involuntariamente, se metía cada vez más por debajo de mi piel.

Me maldije por aceptar eso. Cuando me conociera en detalle, aceptaría que no querría pasar más tiempo con una chica como yo.

A mi pesar, comprendí por qué las mujeres volvían a él arremolinándose como avispas en un panal. Se me estrujó el corazón de pensar en que yo formaría parte de una lista interminable de mujeres que compartieron su cama, admitiendo que un leve malestar repiqueteó en las paredes de mi panza.

Pero lo había conocido así, jamás me engañó sino que desde un comienzo supe cuáles eran las reglas de este juego perverso que consistía en meterme en la cama de mi jefe; en la cama de un mujeriego empedernido con una vida sexual prometedora, y una extraña relación de pareja con una modelo top con la que compartía años y años de juventud.

Tocó la puerta suavemente. Me puse de pie como un resorte.

— ¿Te encuentras bien?— ¡la puta madre!...¿cuánto tiempo habría transcurrido acá dentro? —.    Han pasado más de 15 minutos y me preocupé — ¿aun con la puerta cerrada podía leer mi mente?

— Sí, lo sé — mentí observándome otra vez; luciendo algo mejor abrí y encontrarme que no solo que no me cohibía en absoluto saber que, excepto por el corpiño que era lo único que habría quedado colgando en mi cuerpo,  me encontraba desnuda frente a él...quien también lo estaba.

Corroboré que sin estar en pleno acto sexual lo que tenía entre las piernas, era más que interesante en estado de reposo. Las luces azuladas de la luna entrando por la ventana, reflejaban cada uno de sus músculos tallados. Era un guerrero que me había pedido salvación.

— ¿Estás segura que te encuentras bien?

— Sí, cansada...¡no imagino por qué!— dije enredando mis brazos a mi alrededor, con una puntada tímida invadiéndome esa súbita seguridad demostrada al salir del baño.

— No te cubras...eres hermosa fee— se acercó con un avance peligroso, para cercar mi nuca y posar un beso hambriento en mi cuello, raspándome con el filo de sus dientes.

— ¿Por qué te empeñas en asociarme con un hada?

— Porque eres etérea, porque me has hechizado —jugueteó con un mechón de mi cabello sin abandonar la posesión ejercida por su boca hambrienta— . Porque Wagner ha escrito para ellas—su fanatismo por la música clásica era encantador. Y ese extraño parentesco que me atribuía con el reconocido compositor, era impactante y digno de atesorar en partes iguales.

"La elección de una valkiria" - (Completa)Kde žijí příběhy. Začni objevovat