30- "Siete años, varios demonios"

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Me desperté con la sensación del calambre calando mis músculos.

Uno de mis muslos padecía la horrible experiencia del hormigueo. Enloquecido, me encontré en la mitad de la noche, caminando despacio,arrastrando mi pierna, intentando que la circulación llegase a mis extremidades, y al mismo tiempo, no despertar a Lucero que dormía desarmada a lo largo de toda la cama, con los brazos extendidos, el pelo revuelto y el culo hacia arriba.

Ese trasero me hacía perder la cordura, el aliento y la serenidad. Redondo, pomposo, deseé penetrarla por ese sitio delicado e inhóspito, pero no habría sido el momento adecuado...me prometí entrenarla al respecto.

Fui en dirección a la pequeña sala de estar que nos separaba del dormitorio, cerrando las puertas corredizas por delante, dispuesto a no molestarla.

Con el boxer que rescaté del piso cubriendo mis partes íntimas; fui al minibar para beber agua. Caminé doblando la rodilla, en la medida de lo posible flexioné mis dedos una y otra vez, me incliné elongando la punta de mis pies...se sentía doloroso.

"Eso te sucede por no tener 20 años".

Aunque no sintiera las piernas, poco me importaba, había encontrado en Lucero la cuota perfecta de ternura y diablura necesaria en mi vida. Impertinente, rompía las reglas, pero también sabía acatarlas.

Ella era alegría, desparpajo, sinceridad, amor...con todas las letras.

Quité mi móvil de la chaqueta con la que asistí a la gala para verificar la hora, cuando me topé con tres mensajes de Selene.

"Esa niña es solo un caprichito...ya se te pasará".

"¿Cuánto tardarás en decirle que por tu culpa mi hermano se murió?".

"Volverás a mi cuando te aburras de ella....Dálo por sentado".

Sus palabras eran hirientes, fiel a su estilo.

— ¿Qué pasa?—sin haberme percatado, Lucero estaba de pie en el límite de la sala privada y la habitación, restregándose los ojos y con mi camisa blanca mal abrochada al frente.

— Un calambre —minimicé.

— Con el celular...¿qué pasa?...lo mirabas algo enojado— era joven, impertinente y para nada tonta.

— Vuelve a dormir...no es nada — meneé mi mano para que retrocediera en su decisión de continuar avanzando con el cuestionario.

Pero era Lucero. Obstinación y terquedad hechas persona.

— Felipe...¡no me trates de idiota! — dijo más despierta caminando descalza dispuesta a quitarme el aparato de la mano, forcejeando en vano—  ¿Por qué? ¿Por qué me ocultas cosas? — largó de golpe, visiblemente dolorida—  ¿Lo ves? ¿Cómo esperás que sepa qué es lo que sentís por mí si me escondés las cosas? —agitaba sus manos de costado, buscando respuestas.

— No quiero preocuparte, bonita— me puse de pie, aproximándome hacia ella. Quise sujetarla, calentarla entre mis brazos, acariciarla.

— Me preocupa no saber lo que pensás. Me preocupa que me ocultes cosas.

— No tiene sentido que te aflijas — mis palabras distaban de consolarla.

— Felipe, ¡estoy harta de mentiras y de secretos! —mordió su labio inferior tembloroso, alterado y molesto—  ¿Te gusta verme sufrir?

Aquella pregunta fue como si me arrancaran el corazón del pecho.

— ¿Te gusta ver cómo me arrodillo pidiéndote que me seas sincero?

"La elección de una valkiria" - (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora