Capítulo 1: Si no sabes qué significa, no lo digas en latín

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—No es justo que tengamos que hacer todo el trabajo nosotros solos, Sammy. Voy a llamar a Cas.

—No, Dean. No puedes molestarlo solo porque no tienes ganas de investigar. ¡Es un ángel! Seguramente tiene cosas-de-ángel más importantes de qué ocuparse.

—Castiel, te necesitamos. Trae tu emplumado trasero aquí ahora mismo —dijo Dean bajando la vista, como si rezara con seriedad. Sam revoleó los ojos, sabiendo que cualquier protesta sería inútil, y continuó con su lectura.

La oración todavía resonaba en el búnker cuando el hombre de gabardina apareció.

—Dean... poseo tres pares de alas, pero ninguna de ellas está en mi tra...

—Sí, sí, lo sé Cas. Lo sé.

—Hola Cas.

—Hola Sam.   —Castiel lo miró por un momento y volvió a concentrar su atención en su protegido—. ¿Qué sucede Dean? ¿Qué necesitas?

—Estamos reorganizando la biblioteca. Necesitamos encontrar un conjuro para detener hechiceros que sea más poderoso que el que tenemos, el de las patas de pollo —se apresuró a responder Sam—. Y Dean está aburrido y prefirió molestarte en lugar de hacer su trabajo. —Sin esperar una respuesta, continuó revisando los libros frente a él, tomando notas.

El ángel frunció el entrecejo y miró a Dean seriamente, éste se encogió de hombros y sonrió de costado como única defensa. Cas sacudió la cabeza desaprobándolo, pero no dijo nada, conocía al hombre demasiado bien, y sabía que quejándose solo lograría que se burle de él, llamándolo bebé llorón, o cualquier otra cosa que le venga en mente.

—¿Qué? ¿Estabas ocupado? —preguntó Dean en tono socarrón.

—En realidad... no, no lo estaba —respondió Castiel mientras se dirigía hacia el escritorio, sentándose frente a Sam—. Bien, ya que estoy aquí, dime cómo puedo ayudarte Sam.

El menor de los hermanos levantó la vista, se veía agotado. Luciendo su cara de perrito abandonado, con los ojos enrojecidos por el esfuerzo de largas horas de lectura, miró con agradecimiento al ángel.

—Gracias Castiel, estos de aquí están aún sin revisar —dijo señalando una pila de unos treinta libros de diversos tamaños.

Dean se había quedado parado a unos metros y comenzaba a sentirse excluido. ¿Qué hacía Cas ahí? ¡Dándole la espalda!

Comenzaba a sentirse incómodo pero sin poder especificar el origen de esa sensación. "Debe ser falta de alcohol, seguramente es eso. Lo que necesito es un trago." Se convenció de que esa era la respuesta al malestar que estaba experimentando mientras miraba a su hermano y al ángel, "Mi ángel", sentados uno frente al otro, intercambiando palabras de vez en cuando mientras investigaban.

—¿Quién quiere una cerveza? —Sam lo miró alzando la mano derecha para tomar la botella que Dean le ofrecía. Cas siguió con la lectura sin prestarle atención. Dean destapó una de las cervezas y se la acercó, pero Castiel siguió ignorándolo. 

—Vamos, Cas. Toma la maldita botella —dijo Dean sonriendo.

Cuando Castiel levantó la vista, pudo ver la preocupación de su amigo en sus ojos. Se notaba que sabía muy bien que había sido egoísta. Había rezado en vano por una ayuda que no necesitaba y lo había hecho rabiar. Pero ¿Cómo podía seguir enojado con él cuando lo miraba así? ¿Con esos ojos verdes llenos de desesperación, camuflada tras una sonrisa auto-suficiente? Castiel sonrió levemente ante la idea de que Dean tenga miedo de ofenderlo—. Gracias, Dean —dijo mientras tomaba la cerveza que el otro sostenía a centímetros de su nariz.

Hechizando Rápido y Fácil Con Madame GreenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora