XVI. Los usados y los abusados

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_______ no pudo dormir. Tal vez fuera porque los perros estaban despiertos y podía escuchar el tintineo de sus collares, desde algún lugar de la casa. Tal vez fuera porque la casa era demasiado grande y temía que hubiese alguien merodeando por las sombras. El cuarto de invitados estaba un poco cargado de cosas y la cama en la que dormía tenía algunas pelusas; a diferencia del abultado sofá-cama en el que solía dormir y el comodísimo colchón de Wonwoo. Fuera cual fuera la razón, sus ojos grises estaban abiertos de par en par.

Wonwoo albergaba cierto odio por su padre adoptivo, lo que era una mierda, sobre todo teniendo en cuenta todo lo que el hombre había hecho por él. Sin embargo, eso no era justo, porque aún no sabía toda la historia. ¿Qué había ocurrido entre ellos? ¿Qué había hecho que Wonwoo- alguien que tardaba mucho en enfadarse, sin importar cómo lo expresara- escribiese una composición llamada Nihilismo, la encarnación musical de todo el odio que había acumulado por el piano?

Un suave suspiro interrumpió sus pensamientos. _______ se sentó en la cama, observando, por primera vez, que Nana tampoco dormía. Estaba sentada sobre una silla, en la esquina más lejana de la habitación, con las piernas dobladas también sobre ella y mirando, por la ventana, a la calle mojada.

— Tú tampoco puedes dormirte, ¿eh?— preguntó, sin girarse.

— No. Es como si estuviera durmiendo sobre un montón de plumas.

Nana rió sonoramente.

— Eres muy divertida, señorita _______— la miró a los ojos —Pareces una mujer fuerte... perfecta para Wonwoo. Estaba preocupada por él— bajó la vista hacia el suelo enmoquetado, que las separaba —aunque ya ha dejado claro que no tengo por qué sentirme así.

_______ cruzó las piernas, acercando los hombros a sus rodillas y apoyando la barbilla sobre las manos.

— Pensaba que no lo veías de esa manera— preguntó, ignorando el incómodo nudo que se formó en su garganta.

— Claro que no— Nana sonrió —Al menos, ya no. Ahora soy mucho más lista que antes— _______ la miró —No me crees, ¿verdad?— negó con la cabeza. —No esperaba que lo hicieras. Nadie lo hace, sobre todo esos periodistas asquerosos, a los que sólo les interesa abrir viejas heridas— Nana volvió la vista hacia la ventana, como si esperase encontrar algo que antes no hubiera visto —¿Cómo no podría haberme enamorado de un chico que me arrastró hacia un estudio de grabación y me suplicó que fuera la protagonista de su ópera, insistiendo en que nadie más podría serlo? ¿Cómo no poder sentir algo por alguien que toca el piano como él? Pero eso es todo— suspiró —El piano lo es todo. No hay un Wonwoo Park, ni siquiera un Wonwoo Jeon... sólo la música. Y, en toda su vida, no querrá nada más; nunca lo ha hecho.

Lo peor de todo fue que _______ estuvo de acuerdo. Durante el tiempo que llevaba viviendo con él, se había dado cuenta de que Wonwoo lo trataba todo con cierto desagrado; a sus amigos, a sus estudiantes, a los extraños. Lo único inmune a su escrutinio era su música, lo que resultaba divertido, pues _______ habría jurado que los artistas eran muy minuciosos y acomplejados.

— Ese idiota me rompió el corazón— Nana continuó, aunque no parecía triste al decirlo —y es una pena. Podríamos haber hecho juntos una música maravillosa, pero eso ocurrió hace mucho, mucho tiempo.

— ¿Por qué me cuentas todo esto?

— Porque sé que eres una buena chica— _______ trató de no reírse —y he preferido avisarte, antes de que sea tarde— los ojos azules de Nana se encontraron con los grises de _______, hasta que soltó una risotada —¡Ah, pero no te preocupes, señorita _______! No ha tocado en los últimos seis años; nada de alarmas, nada de lágrimas...

| m u s e |  ♡ wonwooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora