Capítulo 3 Cedric

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—¡CEDRIC! —Di un sobresalto y desperté a Harper. Ella me miró y siguió durmiendo. Sus ojos azules rondaban en mi mente una vez más, su ondulado cabello negro, su piel blanca y su poca poblada barba. Oh, Cedric. Suspiraba mientras lo recordaba. ¿Por qué no pude quedarme un momento más contigo? Mi chaqueta aun olía a cerveza y lo mejor, olía a él. No era su perfume, era él. Pero en mi boca aún estaba presente el sabor de los labios de Leo, no quería recordar ese momento. Yo, besándome, con Leo, el primate, ¿En qué pensaba? Maldita sea. Tenía que besarme era con Cedric. Todo es culpa de Leo.

Harper dormía a todas anchas con la boca abierta, desprendía un hedor; Vodka ligado con cigarrillos. ¡PUAJ!. Roncaba fortísimo, pensaba que sus pulmones estallarían.

—Harper... —dije aun con sueño, tocando su hombro.

—Eh... duerme —respondió dormida.

—Harper, levántate.

—¿Qué hora es? —preguntó tratando de levantarse.

—11:43 AM

—¡NO ME JODAS! —exclamó con alboroto.

—Pues sí, ven, tengo sed.

Fuimos a la cocina. Ella abrió la heladera y me sirvió un vaso de agua. Seguido ella fue a preparar la cafetera mientras encendía un cigarrillo. El olor a café con cigarro empezó a aromatizar la cocina, me sentí como en casa. Harper sirvió en dos tazas de porcelana blanca café y le agrego leche.

—¿Y qué paso anoche?

—Muchas cosas, Harper. Muchas, una de ellas fue que... Leo me beso.

Harper quedo petrificada. Dejo caer su taza de café con leche en la encimera. Solo me veía con sus grandes ojos color miel, llevo su cigarrillo a la boca, tomo una gran bocanada de humo y dejo expulsar por los labios y, también por la nariz. Me miraba buscando respuestas. Sus ojos perdidos me lo decían todo.

—No sé cómo ocurrió, pero me beso, obviamente no me aviso, de menos no le hubiese avisado para pegarle un puñetazo. Pero lo peor fue que yo le correspondí, creo que era porque estaba borracho.

—¡ERIC! —gritó —. Con los primates no, no te lo permito.

—Mi querida Harper, no puedes decirme nada al respecto, tú no estabas ahí para mí, pero yo si estuve cuando Patrick trató de sobrepasarse contigo, y tú sí que le correspondías a sus besos.

—Asco —dijo frunciendo sus labios.

Empezamos a reír a carcajadas.

—Con sólo pensarlo, me dan nauseas, ¿secreto incontable? —dijo tendiéndome su dedo meñique.

—Creo que deberíamos hacer un pacto de sangre —bromee.

Harper ingreso al cuarto de baño. Yo escuchaba música en MTV a todo volumen y cantaba a todo pulmón, pero podía escuchar la regadera. Yo no tenía ropa. No podía bañarme, solo me quite la chaqueta bañada en cerveza y me quede con la camiseta negra.

Emergió cambiada de ropa y con otra aura. Era la Harper que solía ver más a menudo. Llevaba un jean oscuro ajustado, una camiseta holgada blanca que le hacía ver su abdomen, unas converses negras, su cabello suelto, libre como ella. Y, un labial con un tono oscuro que ahorita no recuerdo su nombre pero ella en algún momento me nombro.

—Vamos, papá ha dejado el Corvette en el garaje.

—Oh, genial, no sabes lo que me encanta salir en ese auto.

El coche era de un color azul rey que me enloquecía. Harper sabía lo mucho que me gustaba y en cuanto su padre lo dejaba ella iba a buscarme; vagábamos en la ciudad, la acompañaba a comprar cigarrillos o comida. Ella pidió que le incrustaran un cenicero para no tener que dejar cenizas esparcidas en el auto, sino su padre la mataba. Era completamente adorable ese coche.

Sombras AzulesWhere stories live. Discover now