Capítulo 11 Más que unos besos

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Pasada una semana de riguroso medicamento y sin ir al colegio, ya estaba bien, no era el mismo de antes, pero había sanado casi completamente. Le he dicho a mi madre que fui golpeado por unos delincuentes mientras trataban de robarme el teléfono y me opuse al robo, y por ello estoy así. Se lo ha creído todo. Y me ha dejado tranquilo sin importarle que falte al instituto. Aunque ya estamos a final de semestre, y voy bien en todo —eso creo—. Lo único que me ofusca es Harper, ella no puede estar sin alardearse a nada. Tengo 125 mensajes de texto, y 76 llamadas perdidas de ella.

Es irritante.

Hola, Harper, ¿Cómo has estado? Yo he tenido ciertos problemitas, discúlpame.

—¡ERIC, AHORA MISMO VOY A TU CASA!

Supongo que debo vestirme bien, llevo puesto un pantalón de chándal y mi pecho descubierto. Quiero contarle a Harper todo lo que ha pasado con mi vida, y lo que ha de pasar, ni siquiera sabe que ando fumando a escondidas, ella es la primera persona que debería haber sabido eso.

Así no se hace, ven para enseñarte.

Escuchaba su cantarina voz en mi mente, ese sería su reacción al verme manifestando su más grande vicio. Ella me ha confesado una noche, que nadie la llevó a ella al cigarrillo, nadie nunca le ofreció uno, ella sola fue tras de él, y la primera vez que tocó sus labios con el filtro color naranja opaco; se enamoró, y lo hizo como nunca antes lo había hecho de un chico.

Sentado en la sala, mirando un programa de comida, esperando impaciente a Harper. Edward salió de la cueva; la barba cada vez iba más larga, vi un tatuaje reciente, estaba en cuello, cerca de las clavículas, era como una especie de ninfa con enredaderas que bordeaban todo su cuello.

—Hermanito, ¿y tu amiga esa... Harper?

—Ni lo sueñes, hermanito —enfaticé de modo cantarín.

—Vamos, no seas así —dijo mientras bebía agua de la jarra.

Se escuchó bocinar un coche en las afueras.

—Ya, llegó, chao.

Harper se encontraba dentro del auto con una mano afuera para su cigarrillo. Entro al coche sin más.

—¿Dónde coño has estado? —Me observó detenidamente—. Y ¿Qué es esto que tienes en el ojo?

—Harper, déjame explicarte ¿quieres?

—Vale, habla —dijo mientras conducía separada del asiento, teniendo cautela al conducir y discutiendo conmigo. Parecía impaciente.

—Pues, ¿recuerdas a Cedric?

—¿El imbécil de la cerveza? Sí, lo recuerdo muy bien.

—Estaba saliendo con él, no quería decirte nada porque no era oficial, cuando fuera formal iba a decírtelo cuanto antes —mentí.

—¿Entonces, Eric? Soy todo oído, sigue.

—Tuvimos nuestra primera cita en la cafetería del malecón, fue una de las mejores citas que he tenido, días después no supe nada de él hasta recibir una del centro de rehabilitación, donde me decía que estaba muy mal, que había cogido la mala vida en las calles... Harper, en ese momento me sentí muy mal, tan mal que me fumé una caja de cigarros —explique.

—Mierda, ¿es en serio lo que dices?

—Sí, Harper, pase el resto de la tarde llorando y fumando, y tomando vodka seco.

—Tan mal debías estar, ¿y por qué no me llamaste?

—Pensé que era una ñoñería todo esto, que se me iba a pasar y ya, pero no lo fue...

Sombras AzulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora