Capítulo 7 Regresó

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Tras ese mensaje de texto sentía como mi vida se venía abajo. Era una cosa tras otra. Necesitaba un cigarro, o una caja mejor.

Veía como Harper fumaba y reía con Leo, se tomaban fotos y yo pegado a la pantalla del teléfono pensando en que responder. Mis manos quietas y me mente muda. Busque en el lugar más recóndito de mi cerebro las palabras adecuadas, o las que pensé adecuadas, o simplemente fueron las primeras que encontré.

—Descuide, señor, es sólo un amigo, el cuidado lo debe tener usted al manejar ese coche de tal manera.

—Tranquilo sé conducir muy bien, y sé lo que quiero demostrar cuando conduzco de esa manera, señorito, y respecto a su amigo, espero que sea lo que usted dice, un amigo.

—Pues eso es, y lo será siempre.

—Como usted diga. Extraño su forma de mirarme, siento que ves mi alma desnuda y eso me aterra.

—¿Por qué, señor?

—He sentido sólo una vez eso, y fue bajo la luz de la luna llena, sentía como ella me desnudaba y miraba mi interior, me sentí apenado fue estúpido, pero realmente es interesante como las miradas reflejan lo que desean ver.

En realidad, si quiero saber lo que oculta bajo esas pieles.

Que tenga una linda noche, señorito, y disfrute con cuidado.

Igual usted, y maneje con más cuidado... y lo que tenga de decir, lo dice, señor.

Nos cayó la noche encima. Los bares en el boulevard abrieron sus puertas. Las luces de neón iluminaban la avenida congestionada de carros, los peatones transitaban a un paso veloz, entrando y saliendo de todos lados.

Nosotros optamos por una pequeña taberna al final del boulevard, con pocas luces y muy poco concurrida. Buscamos un lugar acogedor donde tomar unos tragos y pasar un buen momento.

Leo quería complacernos en todo, iba por los tragos, no nos permitía levantarnos a menos que fuéramos a ir al baño. Harper en un momento salió a fumar, ella odiaba que los bares no le permitiesen fumar adentro, pero sus ansias fueron más grandes y no pudo contenerlas.

11:22 PM

—Quiero hacer un brindis por tu valentía... y por ese beso —expuso Harper con lengua atontada, y levantado su vaso, hasta el tope de vodka. El alcohol ya hizo de las suyas con ella.

—¡Harper! —exclamé. Quería que ya se calmara, no quería que hiciera un shows en un bar tan tranquilo como este.

—Vale, vale, me calmo —dijo tomando un pequeño sorbo.

Leo estaba apenado, tenía sus brazos cruzados apoyados en la mesa y mirando a la misma, o su copa. Yo necesitaba un cigarrillo. La caja de Harper permanecía en la mesa de madera, a los ojos de todos, no podía tomarla.

Salí a las afueras del bar. Les pedí a Leo y Harper que sólo daría una vuelta. Una chica llevaba cajas de cigarros a la venta, sólo compre uno, ella me ofreció fuego.

Fumar con alcohol en el cuerpo es algo que nunca había hecho, y creo que era una muy mala combinación que se llevaban muy bien de la mano. Como café con cigarro. La nicotina elevó mi grado de alcohol a otro nivel. Sentía que flotaba, flotaba estando en el mismo sitio, quieto, sin mover un sólo musculo.

Tomaba mientras fumaba. Pensaba en Robert, no quería que apareciera otra vez de la nada y me viese fumando tras aquella conversación donde deje en claro que el tabaco hacía daño. Deje de pensar en él, me daba la impresión de que si pensaba en algo lo atraías con tu mente, y aquello era lo menos que quería.

—Disculpa, ¿me das de tu cigarro? —dijo alguien tocando mi hombro izquierdo.

Voltee para ofrecer el cigarrillo, pero al mirar ese cuerpo, esa cara, esos ojos. ¡Dios mío!. Sólo con verlos me hacían celebrar en mi interior, esos ojos azul claro han vuelto a mí. Cedric ha regresado. Me lance encima de él, y planto un beso sin importar quién nos viese. Él me abrazo y volvió a besar tomándome de la cintura, mientras yo cruce mis brazos en su cuello.

—¿Qué haces fumando, Eric?

—Me provoco un cigarro, sólo eso, no lo tengo de vicio —mentí, tampoco es que no pueda vivir sin un cigarrillo en la mano—. ¿Cómo has estado?

—Bien, créeme que muy bien, pero... —bajo su cara—. Hay malas noticias para ti.

¿Sólo malas noticias? Siempre hay buenas y malas, pero Cedric sólo trajo con él noticias malas.

—¿Qué paso?

—Dentro de un mes me iré a vivir a Nueva York, una señora me ha encontrado y necesita a alguien como yo para su empresa..., Eric, por favor, compréndeme, ya no tengo dinero para seguir estando aquí, ella me está pagando la pensión por este mes, y aparte me está dando de comer. Quiero llevarte conmigo, pero no puedo, ella no me lo permite.

—Tranquilo, espero que te vaya bien allá, quiero que seas feliz, pero... ¿Por qué aun no te has ido?

—Pedí un mes para estar aquí, para estar contigo —dijo y me tomó de las manos.

Me propinó un beso en la mejilla. A pocos centímetros de mi cara me miró como si fuese la última vez que fuese a mirarme.

Yo le devolví un beso, pero esta vez en la boca.

—Ven, vamos a celebrarlo —dije tomándolo de la mano y llevándolo conmigo a la mesa.

La mesa estaba vacía, en ella sólo reposaban las copas y la cajetilla de cigarros. Nos dejamos caer sobre los asientos, esperando indicios de los desaparecidos.

Venía Leo. Sus verdes ojos parecían una alarma encendida, detrás de él, Harper, con el maquillaje corrido y los ojos entrecerrados.

—Harper ha empezado a vomitar, está muy mal, sólo mírala —dijo con mortificado.

—¡YO NO ME VOY DE ESTA MIERDA! —gritó enfurecida —. ¿Dónde está mi vaso? Mi vaso... —sollozaba sin razones, su vaso estaba en su enfrente.

Me la lleve a fumarse un cigarro, y pudo calmarse, parecía estar dopada. No hablaba, veía al vacío, yo tampoco le hable tratando de buscarla donde sea que estuviese su mente.

Harper se sentó, Leo la miraba preocupado, y de un momento a otro Harper quedó dormida con la cabeza sobre la mesa. El moreno propuso llevarla en un taxi, y yo estuve de acuerdo, sinceramente quería quedarme a solas con Cedric.

Lo miraba y suspiraba en mi interior, me mantiene sosiego mirándole y dedicándole pequeñas sonrisas, las cuales él me devolvía de la misma forma. Tomó mi mano de la mesa y la entrelazó con la suya, para luego acariciarla con su dedo pulgar.

—No me quiero ir sin ti, Eric.

—Pero, ¿qué más puedes hacer? Nada, debes continuar.

—No digas eso —dijo soltando mi mano—. Me haces pensar que no quieres estar conmigo diciendo eso, quiero que me retengas aunque sea imposible.

—No quiero nadar contracorriente, no quiero sufrir por ti, más bien, estoy alegre de lo que vas a hacer —simulé realmente todas las palabras dichas mientras mi corazón se mantenía callado, y roto.

—Eric... —suspiró mientras se le escapaba una lágrima. Limpie esa gran muestra de su afecto hacia mí. Su cara firme y lisa, se había rasurado la barba, quizá la señora esa se lo ha pedido.

No se necesitaban palabras para saber que teníamos que irnos, ya era muy tarde. Él se levantó de su asiento y yo hice lo mismo.

Despedimos del pequeño bar tras un jazz de Frank Sinatra y unas propinas al bartender.

Sin rumbo alguno, sólo guiándonos por la luz de la luna. Con ganas de hacer todo por nada.


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Sombras AzulesWhere stories live. Discover now