Capítulo 6 Otra vez Leo

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Había pasado ya un mes desde que recibí esa dolorosa carta. Todas las mañanas miraba la ventana, tratando de encontrarse esa mirada, esos ojos azul triste, melancólicos. Revisaba el buzón a la misma hora, 7:34 AM. Esperanzado de recibir otra carta, pero con otro asunto no tan triste como el pasado. En fin, ya el daño colateral de esa carta había pasado, pero no del todo, dejo conmigo algo más que un daño, y era mi propia destrucción... y por algo que nunca antes pensé. Enrollado con elegancia, esta jodida planta me daba el poder de soltar lo que no quisiera en mi cuerpo dejando conmigo la muerte. Esa será mi muerte; el cigarrillo. Era sólo un secreto entre él y yo.

Ni siquiera Harper lo sabía, y nunca lo sospecharía.

8:04 AM

Los pasillos del Weston College estaban atiborrados de estudiantes. Los nuevos tratando de esconderse de los de tercero y cuarto. Y ahí venia ella. Harper McAdams. Pelirroja, alta, mucho más que yo, bueno casi todos eran más alto que yo, ¿Cuál chico no mide más de ciento sesenta y cinco centímetros? Todos. Todos median de ciento setenta en adelante.

Su caminar era único, sus delgadas y largas piernas no tenían nada que envidiarles a las chicas curvilíneas. Modelo de agencia VIP, pero se lo tomaba muy en serio, ella me decía que el pasillo fue su primera pasarela.

Los primates rondaban por todos lados, pero siempre andaban en manadas. Era detestable sólo el hecho de mirarlos.

Harper se acercó a mí. Enarcó sus desafiantes cejas, ladeo la cabeza y al final se ha hecho una coleta. Esperaba a que hablara.

—Quiero hablar contigo algo, algo quizás estúpido, pero quisiera saber mucho más, mejor dicho saber que sientes.

No sabía si preocuparme o reírme.

—Suéltalo de una vez por todas, pequeña jirafa.

—Ven al baño, ahora.

—¿A cuál? —pregunté, ya estaba asustado.

—Eso no importa, sólo sígueme.

Ella ingresó al baño de chicos y a los segundos todas las estudiantes salieron corriendo. Me atrapó por la manga de mi camiseta y me llevo adentro. No pude retenerla. Ya estaba con ella en el interior del baño.

—¿Qué es lo que en realidad tienes con Leo? Esto me trae confusa y llena de intriga, me lo acabo de encontrar y me ha pedido decirte que estaría en los jardines esperándote. Espero que no ocultes nada —dijo en tono muy seria y cara dura.

Me petrifique. La sangre me hervía.

—¿Cuándo te lo ha dicho? Créeme que no te estoy ocultando nada.

—Eric... yo sé muy bien como son ellos, quizá te quisieron hacer una mala jugada, eso es lo más probable, así que vaya, y enfrente a ese bueno para nada.

Harper era... bueno, ya. Iré al maldito jardín de una vez por todas.

Mi cara no era nada normal. Roja, casi explotaba.

Leo, Leo, y otra vez Leo.

Permanecía ahí. Al final del pasillo amurallado, justo debajo del arco de filigranas. Llevaba sus manos al fondo de los bolsillos de su jean rasgado.

Yo iba enfurecido, atacando a mi presa.

—¿Qué coño te pasa por la cabeza, Leo? —pregunté. Quería saber en verdad que le pasaba por la mente.

—Tú.

Empecé a fingir una risa chocante, no podía creer su estupidez.

Apenado, con la cabeza gacha, como si quisiera meterla en la tierra como el avestruz.

Sombras AzulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora