Capítulo 18 Innocence Lost

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Harper me llevó a casa al cabo de un par de horas, pero antes merodeamos por toda la ciudad. Sólo fumando y tomando Coca-Cola. Ella me entusiasmo mucho con la salida, y en serio también quería salir; me dijo que me iba a agradar Edmond, que probablemente íbamos a hacer muy amigos, porque él también es gay, cosa que, no interviene en vínculos de amistad; Harper es mi mejor amiga y es heterosexual —bueno, eso creo—, lo que quiero decir, es que, la orientación o gustos sexuales no hacen ningún papel en la amistad.

Lo que quedó del resto de la tarde lo tomé para terminar de leer algo nada importante, y al final alistarme para salir.

10:34 PM

Mamá leía por vigésima vez Orgullo y Prejuicio, Edward había salido desde las siete con unos amigos, de seguro a elevarse a otro nivel. Y yo estaba listo, esperando a Harper en la sala de estar, sentado, mirando Discovery Channel. Ya me había puesto impaciente y ansioso.

BEEP.

Debe ser Harper. Pensé.

—Hola, bebé, te extraño, perdóname.

Oh, no Robert, déjame en paz. Quiero tiempo y distancia entre nosotros y por un largo tiempo.

Volví a pensar, para luego enviar un mensaje a Harper, y no responder le a Robert. No quería que me arruinara la noche, él en parte ha arruinado mi vida, sin querer, pero lo ha hecho.

—Harper, ven a buscar antes de que me arrepienta, y bien que sabes que lo hago.

Envié.

Pasado cinco minutos escuché el ronquido de los frenos estacionando el auto.

PIII PIII.

Tomé todo lo necesario: Dinero, teléfono, cigarrillos, credenciales y llaves. Pensé en condones, pero no, de seguro iba hacer una noche en la que sólo se baila hasta doler los pies o se bebe hasta que arda la garganta.

Salí de la casa casi corriendo, inclusive llegué agitado al coche. Harper me abrió la puerta, me abrazo y me dio dos veces, uno en cada mejilla, era costumbre de ella. Como también llevar siempre un cigarrillo en su mano derecha, y dejar rastros de cenizas de tabaco en todos lados, y ese leve olor a nicotina en su ropa, mezclado con su perfume.

En el asiento del copiloto, estaba Edmond, no lo conocía, pero supuse que era él. Un chico blanco, flaco, con muchos pómulos, una nariz delgada, labios gruesos, el cabello chorreada a media cara, cubrían sus delgadas cejas, que de seguro eran depiladas, porque ningún hombre tendría cejas tan delgadas.

Harper arrancó.

Yo estaba atrás con un cigarrillo, pegado a la ventana, exhalando todo el humo a través de ella. De vez en cuando lanzaba miradas y veía las expresiones de Edmond, eran muy femeninas.

—Eric, este es mi amigo, Edmond.

Él tendió la mano. Una mano muy delicada. Hizo un ademan en vez de estrecharla como normalmente se estrecha una mano.

—Edmond Priestly, un gusto —Se volteó y ni siquiera me dejó responderle. Y la ironía en su voz, era algo repulsivo tanto que se tornaba insoportable.

Puse los ojos en blanco, y continúe fumando. Di a importarle que no sea nadie para mí, y en realidad era así.

—Harper, me molesta sus cigarrillos —dijo agudizando su voz.

—Ed, deja de ser pasivo un momento y fúmate un cigarro.

—¿Qué? Ni hablar.

Reí por dentro, tanto que pensé que se me romperían varias costillas.

Sombras AzulesWhere stories live. Discover now