A nadie le gusto.

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Capítulo 11

A nadie le gusto

—¿Ari?— llamó a su hermano antes de abrir la puerta de la vieja biblioteca de la gran mansión y asomarse.

—Uriel, ¿dónde estabas?— preguntó la rubia, —te estuve buscando toda la mañana.

—Ronny me pidió ayuda, así que estaba en su pequeño taller— explicó.

Hizo un gesto de disgusto, a Ariel no le agradaban mucho las actividades físicas, —te llamé porque quería saber si hay alguna novedad, en especial con Abel.

—¿Eh?— exclamo al momento que se adentraba, —¿para qué querrías saber sobre él? ¿qué no se odian a muerte?

—Por eso, debo saber cómo se encuentra el campo de batalla, pronto será mi gran regreso al campus.

Uriel frunció un poco en ceño.

—Vamos, dime, ¿qué hay de nuevo?— insistió.

—Pues... nada.

—¿Y qué hay de ese chico?— indagó el menor.

—¿Cual chico?

—Uno alto y de grandes oscuros.

—¿Te refieres a Cristian? Él se mudó hace poco, junto con su hermano y sus padres.

—Entonces sí hay novedades.

—No creí que fuera relevante, por eso no te dije. Son gente normal, la única desgracia de Cristian es haber sido asignado al mismo grupo que Abel, eso es todo.

Ariel se quedó pensativa, luego dijo, —no parecía una desgracia, ayer en la biblioteca de la escuela podría decirse que se veían contentos.

—¿Los estas siguiendo? Ari no creo que sea correcto.

Ella rodó los ojos, —a veces no puedo creer que seas mi hermano; pero en fin, digamos que no los estaba siguiendo, solamente me encargué de no hubiera duda de su reputación— rió, —el pequeño ladrón fue descubierto.

El mayor entrecerró los ojos tratando de comprender, si Ariel ya había ido a espiar a Abel entonces ¿para qué lo había llamado y preguntado sobre las novedades durante su ausencia? Pero luego decidió que era inútil indagar sobre ello así que, inconscientemente, desvió la mirada hacia la mesita que estaba a la derecha de su hermana y vio un par de libros; "Los demonios y la magia" era el título de uno de ellos, del otro sólo alcanzó a leer la palabra "Hipnosis".

—¿Eso es lo que lees?— los señaló.

Ariel volteó hacia la mesa, —¿eh?— pareció haber sido tomada por sorpresa, pero de inmediato aclaró, —los encontré al fondo de esos estantes— señaló el ala más alejada, —estaban algo empolvados, no podía dejarlos así.

La explicación le pareció convincente al mayor ya que Ariel solía leer todo lo que cayera en sus manos, desde folletos de propagandas hasta enormes enciclopedias especializadas.

**

Después de su rutina, que incluía ir trotando por los alrededores e innumerables flexiones, Cristian llegó a casa y tomó una ducha.

Apoyó ambas manos en la baldosa y dejó que el agua caliente sobre su espalda lo relajara.

—Es por Abel, ¿cierto?... ¿Por qué, Cristian? ¿Por qué tanto interés en ese vándalo?

—Si... ¿por qué?— musitó para sí mismo.

Juraba haber visto a través de sus ojos, Abel decía la verdad.

Medianoche. (GDV 01)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora