A tu lado.

1.5K 212 7
                                    

Capítulo 24

A tu lado

Minutos antes del medio día Cristian salió de casa, no sin antes darle un fuerte abrazo a su madre y despedirse de ella con un beso en su mejilla.

Corrió hacia la enorme casa en la cual había estado el día anterior y se quedó de pie en la puerta; no supo si tocar o no, además ¿Qué diría?

Era más que obvio que todos los primos y hermanos de Abel ya sabían sobre su relación. ¿Cierto? Aunque bueno, ahora que lo pensaba con detenimiento no habían mencionado nada.

—Sabía que eras tú— exclamó Samuel al abrir la puerta de repente, junto antes de que los nudillos del moreno golpearan la madera, —pude olerte desde que cruzaste el portón principal— agregó.

Se había sorprendido ante la repentina aparición del mayor, —eeh... yo— comenzó a tartamudear, pero luego recobró la compostura, —vine a ver a Abel.

Hizo un sonido gutural, examinó al chico de arriba a abajo un par de veces y luego abrió más la puerta, —adelante— indicó.

Caminaron y se detuvieron en el vestíbulo, Cristian recordaba muy bien ese lugar en donde había estado justo el día anterior; —Dime. Además del tema de ayer. ¿Qué relación tienes con mi hermano?— preguntó Samuel, pero antes de que el recién llegado pudiera contestar, continuó, —supongo que crees que todos lo sabemos o asumimos, pero quiero escucharlo yo mismo— demandó.

—Estamos saliendo y vamos en serio—, Abel apareció de pie en medio de las escaleras; con ese tono de voz y imagen rebelde; —¿algún problema con eso?—, terminó de bajar los últimos escalones.

—No— dijo Samuel, —no hay problema, —hizo una pausa, —bueno no lo habría si no fuera una criatura del otro reino—, agregó de manera mordaz.

André tuvo razón cuando le dijo a Uriel que Samuel tenía dificultades para mostrar su preocupación para con sus hermanos.

—Eso a ti no te incumbe— respondió el pelirrojo al llegar a lado del otro y tomar la mano de Cristian.

—Abel— musitó el moreno, no le pareció la forma en la cual el menor había hablado; era más que obvio que las relaciones familiares eran muy distintas a las que existían en el hogar Krell.

—Regreso en la noche— el nombrado ignoró el balbuceo del otro y se dirigió a la salida.

—Lo siento— Cristian sintió la necesidad de disculparse por semejante descortesía; como respuesta Samuel, sin que su gesto duro se borrara, asintió levemente.

Una vez que salieron de la gran casa, por indicaciones del menor se subieron al deportivo plateado, faltaba tiempo para que las clases dieran inicio pero aún así se dirigieron a la escuela, se quedarían en algún lugar ya que a esas horas el campus estaba solitario.

—¿Cómo está tu madre?— indagó Abel una vez que alejaron un poco de la mansión.

—Ella está bien, dentro de lo que cabe; creo que su mayor temor es que la dejemos de querer o que la miremos mal por haber ocultado la verdad— confesó.

Permaneció callado, mirando el camino y sujetando fuertemente el volante, no sabía qué más decir; nunca jamás había estado una situación así, con la necesidad de reconfortar a alguien que quería y no deseaba ver sufrir.

—Pero eso nunca sucederá— agregó el moreno, —Rafael y yo jamás la dejaremos de querer—, sonrió suavemente.

Llegaron a la escuela y aparcaron en el amplio y vacio estacionamiento.

Medianoche. (GDV 01)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora