Te quiero.

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Capítulo 14

Te quiero

Azotando la puerta de su habitación Abel se encerró en ella. ¿Qué excusa o explicación le daría a Cristian? Porque no era algo "normal" que un joven quisiera enfrentar solo a un animal como aquél, cuyas enormes patas eran casi del tamaño de su rostro, su pelaje grueso como agujas, y enormes y filosos dientes.

Pero pensándolo bien, estando a su lado ¿qué era normal?

Cristian bien sabía o al menos intuía que todo lo que rodeaba a Abel era en cierta forma inexplicable, y aún así había decidido acercarse.

—Ese no es el caso— musitó para sí mismo, —¿A quién quiero engañar?

—Abel— su hermano, Ricardo, llamó a la puerta, —¿puedo pasar?

—Claro— respondió sin mucho ánimo, —adelante.

—Sigues preocupado por el humano, ¿verdad?— indagó una vez que estuvo a su lado, sentado en la orilla de la cama, ya que todo el camino a casa el mayor trató de levantarle el ánimo pero no obtuvo buenos resultados, y al llegar a casa, el pelirrojo sólo había contestado como monosílabos a las cuestiones de Samuel respecto al enfrentamiento ocurrido en la escuela.

—Cristian, se llama Cristian— lo corrigió, —y sí, es por él— se acomodó para ver mejor a su hermano, —es que, no sé cómo ni por qué pero él... — exhaló, —en poco tiempo se ha convertido en alguien muy importante para mí.

Ricardo lo miró asombrado por unos segundos luego sonrió, —te entiendo— acomodó uno de los rojizos cabellos del menor detrás de su oreja, —yo igual he sentido eso.

—Y cuando el licántropo apareció yo... yo de verdad desee que nada le ocurriera, quise protegerlo; pero fracasé, no sé lo que pasó allí dentro pero él no estaba bien— sus hombros cayeron, estaba angustiado, o mejor dicho decepcionado de sí mismo.

—Abel— lo llamó por su nombre para atraer su atención, —lo que sucede es que no tienes práctica— trató de sonar positivo.

—¿Eh?

—Piénsalo bien, es la primera vez que intentas mantener a alguien a salvo— Ricardo levantó el índice derecho frente a su rostro para hacer énfasis en la palabra "primera"; —normalmente haces y deshaces prácticamente a tu antojo, sin importar lo que los demás piensen de ti porque sabes que si te descubren Samuel les borrará la memoria y ya; pero con Cristian no quisiste que suceda eso, ¿cierto?

Asintió.

—Entonces, no te angusties— le dio un par de golpecitos en la espalda, —ya verás que sólo debes ser más cuidadoso y estar preparado, ya sabes que esas criaturas pueden aparecer en cualquier momento; la próxima vez no dudes en buscarme, yo ayudaré a que tu humano, perdón, a que Cristian esté a salvo y no sospeche nada; ¿de acuerdo?

—Gracias— lo abrazó, él siempre estaba para él, siempre lo apoyaba, por eso le era imposible creer que se hubiera convertido en la bestia que André describió esa vez.

—Ahora, ¿qué esperas? Ve a buscarlo.

—¿Qué? Pero él debe estar es su casa y...

—Hermanito, provenimos de los antiguos guardianes de la noche, no me digas que no puedes colarte por su ventana— rió, —tienes que ser más ingenioso.

Ricardo había perfeccionado la técnica de "mirar por la ventana"; algunas noches salía e iba a casa de Jaime; parado a unos metros observaba al muchacho dormir, y cuando estaba seguro que el mortal había caído en un sueño profundo entraba a la habitación y se sentaba en el suelo para acomodar su mejilla sobre el colchón, junto a su mano. Ésa había sido su diversión las últimas semanas.

Medianoche. (GDV 01)Where stories live. Discover now