Feliz cumpleaños.

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Capítulo 19

Feliz cumpleaños

Después de varios minutos en los cuales Ricardo estuvo llorando, por fin soltó su camisa, ya que durante ese tiempo se había pegado a su pecho.

El incómodo silencio los envolvió; Uriel no sabía si hablar o no, así que sólo carraspeó.

—Lo siento— exclamó Ricardo adelantándosele a lo que pudiera decir; —no sé lo que ocurrió, pero me imagino que no fue algo bueno; lo siento si te hice daño.

No supo qué responder, al parecer el mayor no recordaba los hechos, así que sólo musitó, —yo... no te preocupes por mí—, "preocúpate por Abel" quiso agregar, pero pensó que no debía hablar de más, suficiente tenía el pelichocolate en ese momento con la disputa interior de hacía unos minutos.

—Supongo que le causé problemas a mi familia. ¿Verdad?

Se frotó la nuca, —sí, un poco— respondió. Luego otra vez el silencio se adueñó del ambiente.

—Tú... yo... quiero pedirte un favor— dijo algo vacilante Ricardo.

—Claro, lo que desees, si está en mis manos por supuesto que lo haré.

—Cuida de Abel, por favor— fue directo.

—¿Cómo?

—Yo sé que es algo extraño, ya que tu hermana y el mío... no se llevan... bueno, tú sabes— se quedó callado unos instantes, pero luego retomó lo primero, —no sé de lo que sea capaz Owen— habló de su "otro yo"; —sólo deseo que Abel esté a salvo.

—Pero... creo que André, Claudia y Samuel serían los más indicados— explicó.

—Eso no es suficiente—, bajó la mirada, —ayúdame, por favor; promételo.

Asintió, —está bien, lo haré—, captó su atención y le sonrió, en verdad apreciaba a Ricardo, había encontrado un buen amigo en él; —ahora quitemos esto—; llevó sus manos a los grilletes.

—¡No!— se alejó un poco, —aún no; no estoy lo suficientemente recuperado como para poder retenerlo dentro de mí; sólo por si las dudas, déjame aquí.

—Pero Ricardo...

—Uriel, eres un gran amigo; agradezco que te preocupes por mí, pero por favor; déjame en este lugar, es por el bien de todos.

Lo miró unos instantes, —de acuerdo—, se puso de pie sonriendo con sauvidad, transmitiéndole confianza; el otro lo imitó.

—Ahora creo que debo regresar a casa— explicó, aunque en realidad su objetivo era otro: averiguar qué había sucedido con Abel, no había muerto. ¿O sí?

Se despidió de su amigo y volvió a ascender por las solitarias escaleras de piedra.

Una vez que llegó hasta el lugar donde estaba la pintura que tapaba el pasadizo; trató de buscar el salón principal, no tenía mala memoria así que sería una tarea relativamente fácil.

—Uriel— Samuel lo interceptó; —lamento los malos momentos que mi hermano ocasionó, pero creo que sería mejor si te olvidaras de lo ocurrido.

—No; el responsable no fue Ricardo.

Samuel entrecerró los ojos, no pensó que un Sanz supiera más de lo que debía; él pensaba que aunque fueran familia lejana, los secretos y problemas deberían ocultarse y permanecer sólo entre los más cercanos; es decir, no mezclar con los Sanz los asunto de los Yang y viceversa.

Medianoche. (GDV 01)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora