Mi primer dia en la ciudad

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    El resto del día, estuvimos limpiando. Cada vez me cansaba más de ese lugar, y cada vez odiaba más a esa mujer. Limpiaba con un trapo los cristales, observando a la gente libre de la calle. Algunos vestían con ropa elegante para ir al trabajo, algunos niños corrían por la calle, felices. Que envidia. Ojala yo hubiera tenido una infancia como la suya. No digo que la mia haya sido un completo horror, he tenido momentos muy divertidos, cuyos me gustaría repetir, como aquella vez en la que, le cambiamos a Casewell el contenido del bote de champú, por lejía...Nos castigo a todas quitandonos una comida al día, pero valió la pena ver su horrible pero durante los días siguientes.

     Vi pasar a un muchacho, que aparentaba 18 años, su pelo, rubio y rizado estaba alborotado por el viento. Vestía un jersey, que se le ajustaba perfectamente a su cuerpo. Según caminaba el muchacho, lo seguía, caminando por la larga habitación, mirando ventana por ventana a aquel muchacho que tanto me había llamado la atención. De repente el muchacho se paró, y se dio la vuelta. Nuestros ojos se encontraron. Sus ojos eran de un azul intenso, y profundos, que se clavaron en mi mente. Algo me decía que me costaría olvidarme de ellos. El muchacho se quedó mirándome, me guiñó un ojo, y siguió caminando, riéndose, negando con la cabeza. Que vergüenza, se había dado cuenta de que le había estado observando. Le seguí con la mirada hasta que mis ojos no alcanzaron a verle mas, y con la cabeza pegada al cristal, suspiré y me ruborice. ¿Por qué? pues no lo se.

-¿Estas bien? - preguntó Lola, mi hermana. Tenia 5 años, tenia el pelo rubio, y los ojos verde azulados, como los mios pero un poco mas oscuros.

-Si, tranquila -me giré y vi que le lloraban los ojos y levantaba un dedo. De este sobresalía algo-. Pero, ¿y tu?,¿estas bien?,¿que ha ocurrido?-pregunte preocupada. Le cogí la mano derecha. En el dedo corazón, tenia clavado un clavo oxidado, pequeño, del tamaño de una uña- ¿cómo te has echo esto? Tenemos que enseñárselo a la señorita Casewell -dije nerviosa.

-Pues, estaba limpiando una mancha enorme que tenia la pared, y, no se como, me tropecé, y caí en el suelo a gatas.... y me lo clavé.

-Ay Dios mio... se te esta infectando. Vamos, ven.-la cogí de la muñeca, y bajé las escaleras corriendo para llegar al comedor, donde estaba Casewell con uno de sus banquetes.

-¿Que hacéis aquí? ¿¡Cuantas veces os tengo dicho que no me molesteis mientras como!?-decía con comida en la boca. Aunque fuese inglesa, no es que fuera muy fina la mujer.

-Señorita Casewell, a mi hermana se le a clavado un clavo OXIDADO en el dedo- Lola, con lágrimas en los ojos levantó únicamente el dedo corazón, enseñándole a Casewell la herida.

-¡Que descarada!-dijo creyendo que le estaba insultando-!Hoy no coméis!

-Pero señorita Casewell, mire, necesita la atención de un médico.

-Eso se cura metiendo el dedo en agua oxigenada-dijo con indiferencia.

-¿¿Pero no ve que un arañazo producido por un hierro oxidado, puede provocar distintas enfermedades?? Y a no ser de que ESTÉS VACUNADA, ¡¡NO SE CURA!! ¡¡Y NOSOTRAS NO ESTAMOS VACUNADAS!!

-Isa, ¡no me grites! Hoy no comes en todo el día.

     Como no conseguí nada, no tuve otro remedio. Hice lo que ella me dijo. Pero aun así, Lola empeoraba. Se mareaba, tosía y se sentía fatal. Le prohibí trabajar, pues no estaba en estado, y la llevaba, de las sobras que nos daban todas las que podía, pero claro, con permiso de las demás.

     Pasaron tres semanas, y mi paciencia llego a un limite.

-¡¿¡¿Que vas a hacer que?!?! -decía Bela.

Una huérfana especia || PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora