Capítulo 26: El pasado en el presente.

661 42 3
                                    


POV Rose

-Lissa, gracias por todo. Por no rendirte jamás, por protegernos, por estar aquí.-

Mi amiga me obsequió una enorme sonrisa mientras mecía entre sus brazos, con gran amor, al pequeño Mason.

-¿Bromeas? Soy yo la que debe agradecerte todo lo que has hecho por mí.-

Le devolví la sonrisa y miré a mis hijos. Hermosos y frágiles, partes de Dimitri y de mí. Resultado del amor infinito que nos teníamos. Mi familia. Estaba tan feliz, por fin me sentía completa. En el rostro de mis hijos encontré la respuesta a por qué sobreviví la noche del accidente y por qué volví a hacerlo tras el balazo de Tasha. No fue para proteger a Lissa, no fue por mi incalculable deseo de vivir, ni siquiera por mi aún más incalculable amor a Dimitri. Fue por ellos. Todo el dolor y el sufrimiento que me causaron y que causé, todo el temor, las luchas constantes, mi alma besada por las sombras y mi espíritu renacido. Tenía que ser así para poderme convertir en quien ellos necesitaban y ahora que veía sus mejillas sonrosadas y que escuchaba el rítmico latido de sus corazones entendía que cada lágrima, cada sollozo, cada golpe lo valía.

-¿Esta vez, lo hicimos realmente bien no?-

-Mejor que nunca.-

Bajé la mirada hacia mi hija que se encontraba acurrucada contra mi pecho y profundamente dormida.

-Podemos hacerlo todavía mejor.-

-¿A qué te refieres? No estarás pensando embarazarte de nuevo ¿o sí? Porque si es así debes decírmelo con tiempo para poder idear un mejor plan de escape.-

Una ligera carcajada salió de lo más profundo de mi ser.

-No, por supuesto que no. Hablo de que mi edad ya tiene un 2 al principio.-

Pude observar cómo Lissa, la adulta y no la bolita de carne y hermosura que tenía entre mis brazos, entornaba los ojos en un gesto de concentración. Casi podía imaginarme las tuercas de su cerebro maquinando a toda pastilla. De pronto algo como que le hizo click, abrió la boca y emitió un grito de sorpresa tan alto que sobresalto a Mason y a Viktoria e hizo que Mark entrara corriendo a la habitación con Oksana y la madre de Dimitri cubriéndole la espalda.

-¿Qué sucede? ¿Están bien?-

-S-í, Yo... lo... lo... Oh por San Vlad. No puedo creerlo. ¿Es en serio?-

Se notaba exultante aunque había moderado el volumen de su voz para no inquietar de nuevo a los niños.

-Sí. Tenía demasiado miedo de aceptar porque creí que fracasaría y él se daría cuenta de la pésima elección que había hecho conmigo y además se arrepentiría con el tiempo, cuando se diera cuenta de que había renunciado a su mayor sueño por mí. El de tener una familia como la que tanto quería. Y que me odiaría por eso. Pero ya nada de eso tiene sentido así que lo haré.-

Lissa comenzó a llorar y como tenía a Mason no podía abrazarme ni yo a ella así que hice lo único que sabía hacer en momentos como ese. Rompí a llorar junto a ella, bueno, en realidad mi llanto era una mezcla entre la risa y las lágrimas. Ella también comenzó a reír. Nos miramos y fue como siempre, sentí nuestra conexión. No la mágica por la que podía escabullirme a su cabeza sino aquella que solo puede ser creada por un amor fraternal tan grande como el nuestro. Y estábamos felices. Felices pero abrumadas por saber cómo acabaría todo esto, si con un epitafio o con una boda.

-¿Alguien puede decirnos lo que ocurre por favor? ¿O debo recordarles que allá afuera se está viviendo una guerra?.-

Lissa aspiró profundamente y miró a Mark con un poco más de seriedad.

-Lo hará. Por fin le dirá que sí a ser la Señora Belikov.-

La cara de incredulidad de todos los de la habitación, excepto por Yeva y por Lissa, no tenía precio. En especial la de Oksana que fue la primera en hablar.

-Vaya, nunca creí que aceptarías.-

-Pues ya se había tardado demasiado, mi pobre hijo ya no sabía qué más hacer para conseguir que fueras su esposa.-

-Le dije a Dimka que no se preocupara. Tarde o temprano las cosas tomarían su curso y Rose decidiría lo correcto.-

Eso no me tomó por sorpresa, ya me había acostumbrado a los excelentes instintos de Yeva. Tal vez Dimitri tenía algo de razón cuando decía que su abuela tenía ciertos... dones.

-Bueno, enhorabuena Rose, estoy seguro que serán muy felices juntos. Si nos disculpan, debemos volver a nuestros puestos y les agradecería que mantengan los gritos al mínimo a no ser que realmente nos necesiten.-

-Gracias Mark y prometo que no volveremos a incordiarlos a no ser que sea absolutamente necesario.-

Asintió con la cabeza y dio media vuelta para salir de la recámara. Volteé para pedirle a Yeva que me pasara un vaso con agua, no había reparado mucho en eso pero, realmente me sentía cansada. Estaba acostumbrada al duro trabajo físico pero un parto de gemelos sí que extraía hasta la última gota de energía. En menos de 5 segundos la poca esperanza que tenía se difuminó y la tranquilidad que tan fervientemente había tratado de mantener se hizo añicos junto con la ventana por la que Mark salió volando.

-¡Mark!-

Oksana gritó desconcolada, corrió hacia la ventana pero Yeva la detuvo. Olena se apresuró a ponerse frente a la cama en posición de defensa. Por la puerta aparecieron 2 moroi y 1 strigoi. Al strigoi jamás lo había visto antes pero a los moroi sí que los conocía. El primero solo me causó tristeza por Adrián y enfado porque realmente le odiaba, Nathan Ivashkov, mientras que el segundo logró que se me erizara hasta el último vello del cuerpo. Había pensado tanto en él durante todos estos meses, lo veía constantemente en mis pesadillas y escuchaba su voz con más frecuencia de la que querría admitir. Robert Doru.

-Vaya deberías escoger mejor a quién pones a cuidar la puerta.-

Entró con aire triunfal, con las manos a los costados y mis inseguridades en sus bolsillos. Pensé en Mark y cómo ahora mismo estaría tirado en el césped del jardín y en Brigitte que se suponía debía estar afuera pero no tenía idea de lo que le había sucedido y se me revolvió el estómago.

-Tanto tiempo Rosemarie. ¿Cuándo fue la última vez que nos vimos? Ah, es cierto, cuando mataste a mi hermano, cuando me quitaste lo único que me quedaba en esta vida.-

Esto no estaba bien, yo recordaba a un Robert diferente, poderoso, sí, pero incapaz de actuar por sí mismo. Al que veía en este momento era a alguien completamente diferente pero que lucía mil veces más poderoso. Un escalofrío me recorrió la columna vertebral. Nadie en el cuarto parecía moverse, los únicos sonidos procedían de los sollozos de Oksana y las respiraciones de mis hijos. Traté con todas mis fuerzas de concentrarme solo en los últimos.

-¿Y a qué has venido?-

La voz de Lissa resonó fuerte y segura aunque preferiría que no le hubiera hecho esa pregunta. Estaba completamente segura de cuál sería la respuesta. Y no me equivoqué.

-A devolverle el favor.-

Me obsequió la sonrisa más mortífera que jamás hubiese visto y dio la señal al strigoi y a Nathan de que atacaran. 

Nada es eternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora