Martín

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Un inesperado cambio de vida

Veintinueve grados centígrados acusaba el termómetro y eran apenas las once menos cuarto de la mañana de un lejano once de agosto en la cálida ciudad de Formosa, en el extremo norte de Argentina, lindante con la República del Paraguay

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Veintinueve grados centígrados acusaba el termómetro y eran apenas las once menos cuarto de la mañana de un lejano once de agosto en la cálida ciudad de Formosa, en el extremo norte de Argentina, lindante con la República del Paraguay. La marea humana comenzó a desfilar por los pasillos laterales del pequeño —pero moderno— aeropuerto de cabotaje y era fácil distinguir lugareños de forasteros. Los últimos no paraban de quejarse por el intenso calor, tan diferente a las mañanas invernales de Buenos Aires, de donde había partido el vuelo 2776 de Aerolíneas Argentinas que, previa escala en Concordia, depositaba a Igal en aquel suelo tórrido y pegajosamente húmedo al que tendría que acostumbrarse.

Luego de un arduo ajetreo para hacerse de su equipaje, pudo por fin salir del predio del aeropuerto y corroborar que no tenía señal en su celular. De momento, no había modo de comunicarse con Luciano, pues el joven no había ido a esperarlo, algo que Igal ya sabía que sucedería porque los lunes eran días de notificaciones en todos los juzgados y el muchacho, aunque escribano de profesión, hacía las veces de secretario jurídico de un conocido bufete de aquella capital.

Imposible imaginar la cantidad de estremecimientos que Igal sentía en esos instantes. Tantas emociones encontradas contenían su corazón y su mente que lo menos que podía hacer era quejarse por el agobiante calor. Recién cuando el taxista que habría de transportarlo al centro de la urbe le consultó si se sentía cómodo con el suéter y la abrigada campera de cuero, pudo razonar y ubicarse en tiempo y espacio. Ya no estaba en su Concordia nativa, atrás habían quedado su hija y su exmujer. Ya no volvería a vivir entre los palmares, sería cuestión de acostumbrarse a usar camisas de mangas cortas, incluso en pleno agosto. El sol parecía ser el mismo del inicio del verano entrerriano. ¿Sería siempre así o era apenas una casualidad? Pero Igal ya no creía en casualidades. Y sí, estaba mucho más al norte de lo que había imaginado para su vida, pero no había vuelta atrás.

—¡A recomenzar se ha dicho! ¡Acá estamos! ¡Qué calorcito hace por acá!

—Bienvenido a Formosa, buen hombre —saludó el conductor del vehículo, al tiempo que acomodaba el bagaje de Igal en el baúl del viejo taxi—. A juzgar por la cantidad de maletas, el amigo piensa quedarse un buen tiempo por estos lares, ¿no es cierto?

—Pues ha advertido bien, buen hombre —respondía un ahora acalorado Igal—. Como las cosas funcionen tal lo previsto, está usted frente a un formoseño más. La idea es radicarme en estos pagos.

—Pues que sea con fortuna y felicidad —dijo el taxista mostrándose interesado en comenzar un diálogo—. ¿A qué se dedica usted, y cómo fue que se le ocurrió mudarse acá?

—Me formé en Psicología y voy a habilitar mi consultorio particular. Estuve trabajando un tiempo en Buenos Aires y allá me hice amigo de un escribano formoseño. La vida me ha jugado algunas pasadas, así que se me ocurrió que era tiempo de aceptar su propuesta de venir al norte. Necesito un cambio de aires y recomenzar.

No esperaba quererte de esta forma #HomoAmantes 2Where stories live. Discover now