Luciano

501 32 20
                                    

Las cosas no siempre salen como uno espera.

Cuando el taxi aparcó sobre calle España, Luciano, que estaba expectante mirando por la ventana del segundo piso, bajó como un torbellino corriendo por las escaleras

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Cuando el taxi aparcó sobre calle España, Luciano, que estaba expectante mirando por la ventana del segundo piso, bajó como un torbellino corriendo por las escaleras. Quería darle la bienvenida a Igal con un refresco. Estaba feliz de poder reunirse nuevamente con él, y algo apenado por no haber ido al aeropuerto a esperarlo.

—Por fin llegaste, Igal. ¡Bienvenido! ¡Qué alegría me diste al avisar que aceptarías mi propuesta! ¿Qué tal el vuelo? Debés tener hambre... Entremos, por favor, que en la oficina está mucho más agradable; acá fuera el calor se hace notar. Te ayudo con los bolsos, los guardaremos aquí y luego iremos hasta casa para que puedas acomodarte.

—¡Qué bueno verte, Luchi! Han pasado... No sé, creo que ocho meses desde la última vez que nos encontramos, ¿no?

—Algo así, mi rey. Entremos. Voy llamando el ascensor porque hay varias maletas.

—Se supone que es una mudanza, y esto es apenas una parte de la ropa. De haber sabido que hacía este calor dejaba todo el abrigo que traje al cuete.

—Te avisé que acá siempre es tórrido...

—Pero no creí que fuera para tanto. ¿En serio nunca hace frío?

—Claro que hace, pero no siempre. El fresco suele durar un día o dos a lo sumo. No es como en Concordia, pero ya te vas a habituar; es casi como vivir en el Caribe... sin los mulatos y sin la arena blanca.

—Por lo menos he visto que hay palmeras...

—Sí, pero dan unos cocos muy chiquitos.

—¿Mosquitos hay muchos?

—Pfff... Mejor ni te cuento. Esos no faltan. No son chiquitos, algunos tienen el tamaño de un helicóptero.

—Ja, ja, ja. Siempre tan exagerado vos, no cambiás más, escribano.

—Doy fe de ello.

—Ja, ja, ja.

Una vez cerrada la puerta del ascensor, Luciano pulsó el botón para ir al segundo andar y se lanzó a los brazos de Igal dándole un apretón fuerte y prolongado. Sus manos recorrieron el cabello del psicólogo y bajaron por su espalda hasta aferrarse, con firmeza, a sus glúteos. Mientras lo tenía rodeado con su cuerpo, suspiraba.

 Mientras lo tenía rodeado con su cuerpo, suspiraba

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
No esperaba quererte de esta forma #HomoAmantes 2Where stories live. Discover now