Gastón

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¿Un nuevo amigo con derechos?

Una semana antes de su cumpleaños, oculto bajo el seudónimo de «Fiesterito», Igal estaba chateando en Formosa-web cuando, repentinamente, un usuario registrado con el apelativo «Vicioso» lo invitó a dialogar

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Una semana antes de su cumpleaños, oculto bajo el seudónimo de «Fiesterito», Igal estaba chateando en Formosa-web cuando, repentinamente, un usuario registrado con el apelativo «Vicioso» lo invitó a dialogar.

Vicioso: Hola, ¿de dónde sos?

Fiesterito: Entrerriano, pero viviendo en Formosa, capital... ¿y vos?

Vicioso: De Formosa. ¿Cuál es tu onda? ¿Por qué fiesterito?

Una secuencia de preguntas y respuestas iniciadas en ese tono, con clara intención de levante —algo propio de la comunidad gay— continuaría a lo largo de cuarenta y cinco minutos. Era evidente que cada chatero encontró algo que le llamaba la atención en el otro usuario para que la comunicación se desarrollara durante tanto tiempo.

«Vicioso» se describía como un muchacho rubio de veinticuatro años, portador de un par de ojos azules que Igal no veía la hora de conocer—, con nariz respingada y algunas pecas a lo largo del rostro y la espalda. Decía tener tres tatuajes. Uno en el hombro izquierdo, otro en el bajo vientre y el tercero... El tercero no lo iba a revelar. Lo tendría que descubrir «Fiesterito» si llegaban a conocerse.

Un acertijo que sonaba tentador para el conquistador Igal, quien, inmediatamente, comenzó a ratonearse intentando develar el prometedor secreto. El rubio nunca lo supo, pero ese fue el motivo que llevó a su futuro partenaire a querer conocerlo y a insistir constantemente para protagonizar el encuentro que, por un motivo u otro, siempre se dilataba.

«¡Jamás un guachito me ha dado tantas vueltas! ¿Qué más precisaré para conquistarlo? Le armé todo un chamuyo y no hay modo de convencerlo..., suspiraba incansablemente el donjuán.

Pasaron varios días sin que se pudiera llevar a cabo el encuentro. Varios días en los que el mensajero de texto de Igal recibía con dificultad pesados archivos fotográficos que enviaba «Vicioso». Fotos sugerentes, que no permitían ver su rostro, pero advertían un cuerpo escultural. «Fiesterito» siguió el juego y necesitó aprender a usar un editor fotográfico para difuminar su cara en las exposiciones. Aprendió ciertos trucos lumínicos para evitar mostrarse de manera directa. Incluso, fue un paso más allá que «Vicioso» porque se animó a enviarle fotografías en las que posaba completamente desnudo, que le permitieron al muchacho apreciar lo bien dotado que estaba. Igal nunca lo supo —aunque lo intuía—, pero fueron esas fotos las que apresuraron el interés del rubio por conocerlo.

El doce de febrero resultó ser un lunes caluroso e inestable. El día elegido para que, por fin, pudieran verse las caras ambos festejantes. La luna menguante parecía conspirar a favor de la pareja, pues todo se desarrolló sin inconvenientes durante la jornada. Igal atendió el último paciente a las dieciocho horas, después fue a su residencia y tomó una ducha relajante. Vistió su mejor ropa interior, por las dudas, y pasó más de veinte minutos intentando decidir qué remera usaría para la cita. Tal fue su indecisión que necesitó llamar a Juanma para pedirle asesoramiento. Estaba convencido de que la primera impresión era primordial en cualquier encuentro, y no quería que un error en la elección de su atuendo le privase la oportunidad de conocer el tercer tatuaje de «Vicioso».

No esperaba quererte de esta forma #HomoAmantes 2Where stories live. Discover now