Rafael

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Entre la seducción y la sorpresa.

Las cuatro semanas siguientes fueron un completo caos para Luciano

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Las cuatro semanas siguientes fueron un completo caos para Luciano. Rafa escribía mensajes de texto a Igal a toda hora. Por la mañana temprano, para saber qué estaba desayunando y qué planes tenía para la jornada; al mediodía, para ver cómo le había ido, si había mejorado su situación o si todo continuaba como antes, de paso, para saber qué almorzaba, si se sentía bien o si tenía ganas de verlo. A las cuatro de la tarde pretendía saber si ya se había levantado de la siesta, si había descansado bien o si quería tomar tereré; por la noche, para que le cuente algo, lo que sea, o para enviarle una fotografía o el link de alguna canción folclórica que quería que escuche. Rafa era músico, y de los buenos. Tocaba la caja peruana y otros instrumentos de percusión en una banda que había formado con tres amigos y se jactaba de haber acompañado al gran Ramón Ayala cuando ganó «El Mensú de Oro» en el festival de Posadas.

¡Qué pesado resultó ser este chico, por Dior! Exclamaba Luciano, que siempre que metía a Christian Dior en el medio era porque algo le sacaba de quicio.

Lo que Luciano no sabía era que esos eran apenas los que él alcanzaba a percibir, pero que en realidad había más. Rafa, lisa y llanamente, estaba acosando al psicólogo por teléfono. Compraba el pack ilimitado de mensajes y, al parecer, pretendía usar todos con su nuevo amigo. Pero cada vez que el escribano intentaba emitir un chillido, Igal lo calmaba recordándole que ellos tenían un trato, que eran amigos con derecho, lo cual era cierto, y el ofuscado no podía objetar.

Pero ¿cómo decirle que ese derecho —es decir, el derecho a tener sexo dentro de la amistad— lo ponía loco?, que cada día estaba más enganchado... Que se estaba enamorando. 

(Rafa)

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(Rafa)

Una tarde, Luciano entró a una librería en busca de algún autor de autoayuda que pudiera calmar un poco sus ansias. Necesitaba respuestas para ese torbellino de sensaciones y la librera no tuvo mejor idea que recomendarle un título que lo volvería más tenso: Cómo saber si estás con tu alma gemela. De más está decir que devoró el libro en dos días. Y como era de esperarse, coincidía plenamente con la propuesta del autor: «el sexo nos ata por incontables vidas»; «no se cela del amor y sí del sexo, porque el amor es puro y el sexo es egoísta», «el amor se reparte con el mundo y el sexo procuramos que sea solo para compartir con una determinada persona». Esas y varias otras frases similares, cada vez que podía, eran mechadas en alguna conversación en la que pretendía darse aires de importancia.

No esperaba quererte de esta forma #HomoAmantes 2Where stories live. Discover now