Prólogo

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15 de mayo del 2013

Tecleo en la computadora, con rapidez, el producto no fue envidiado y la compañía desea multarme.

¡Debe de ser una broma! Siempre he estado a tiempo con todos mis pedidos.

Froto mi frente con evidente estrés, ¡ellos son uno de nuestros mejores clientes!, perderlos a ellos es como echar a perder la empresa entera.

Desde que me había decidido a entrar en el mundo de los negocios, me había dado cuenta que esto realmente me gustaba, el hecho de tener mi propia marca, con mis camisas únicas y originales me producía una satisfacción impresionante.

Me gustan combinar mis bocetos y mis ideas locas en los productos que mi compañía vendía.

Regrese a la realidad cuando hoy la voz de mi secretaria, Andreina golpea el vidrio observándome con pena, alzo mi mano invitándola a pasar.

Dejo de teclear en mi computadora prestándole toda mi atención.

—¿qué pasa?—pregunto curioso, dado que me observa diferente a las otras veces.

Muerde su labio, de manera nerviosa envidando pequeñas descargas de pánico a mi cuerpo. —los negociadores están aquí, y no lucen contentos de los cambios que ha hecho, señor.

Suspiro apretando el puente de mi nariz, sabía que ellos vendrían, pero me esperaba a verlos en otro momento, debo arreglar algunos asuntos con otros empresarios más.

—¿no podemos cancelar cierto?—cuestión esperanzado.

ella niega rápidamente.—No señor, es la quinta veces en este mes que cancelamos con ellos señor, a este punto anularan el contrato con nosotros.—hizo una mueca.

Pase mi mano por mi cabello desesperado, todo estaba saliendo de una manera poco esperada.

Debía reunirme con esos negociadores y volver a renovar nuestro ya acordado contrato, pero no quería algo dentro de mí me decía que no debía hacer eso.

—¿tienes los documentos que te pedí?—le pregunto tomando mi computadora portable de la mesa.

—si señor—afirma, asentí invitándola a salir de mi oficina.

Luego de estar completamente afuera, la enarco nuevamente. – —¿está segura que no podemos anular esta reunión?—vuelvo a cuestionar nuevamente esperanzado.—y por favor deja de llamar señor no tengo todavía cuarenta años.—le regale una sonrisa, ella rápidamente se sonrojo.—Solo Carlos, y cuando estemos solos puedes llamarme Nano, somos amigos lo olvidaste.

Había conocido a Andreina, a principios de mi carrera, era una pequeña chica callada, su cabello era negro con reflejos café, no muy corto, ni tampoco muy largo, su figura era esbelta digna de ser admirada y sin olvidar sus hermosos ojos negros con reflejos cafés.

Lucia tierna y un poco avergonzada la primera vez que me conoció en la universidad, debía de admitir que la manera como me presente hacia ella fue poco común y quizás un poco desmesurada.

Pero agradecía el hecho que al final termino siendo una excelente amiga y buena secretaria su trabajo siempre ha sido impecable y por esas razones la mantenía siempre cerca de mí.

A pesar de que ella compartía por un sentimiento no mutuo dado que a pesar de los años a la única que seguía amando era a Kyline, aquella chica que una vez me destrozo.

Seguía  orándole a Dios pidiéndole que la arrancará de mí, pero tenía la impresión que cuando le pedía a Dios darme la voluntad para olvidarla, nada pasaba, como si mi voz no fuera escuchada.

El secreto de la Chica  Pentecostal © [Verdades no Dichas #2] Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt