Capitulo 7.1 | Luna blanca pintada de algodón.

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Mi madre..—tragó la bilis que sube y que desea ser expulsada por mi boca.

El hombre delante de mi. Abre sus ojos sorprendido, es la primera vez que habló. Era el momento perfecto para contarle lo que realmente pasó.

Él no dice nada. Espera, paciente. No digo nada, envuelvo mis rodillas con mis brazos, hundiendo mi cabeza en el hueco que hacen mis miembros. Mi cabello cae en cascadas sobre mis hombros.

Mis ojos están cargados de ese líquido molestoso que desea salir, y no lo retengo. He mantenido durante más de tres años, esas lagrimas dentro de mi.

Quiero vivir, deseó volver a ser la niña de antes, no la que carga con ese yugo.. no la que está herida.

Tiró de mi manga, y seco mis ojos. Él hombre me extiende un pañuelo azul que extrajo de su bata . Parece complacido de ver que estoy sintiendo de que no estoy totalmente entumecida, de que estoy volviendo hacer humana.

De que comunicó alguna emoción, aún si estás solo son transmitidas en lágrimas.

Tomó una profunda respiración. Parpadeo varias veces, mi ceño se frunce, mis manos tiemblan y entonces caigo de nuevo en esa cerradura, en esa casa.

Mi madre me hacía daño.—digo cerrando con fuerza mis ojos, tratando de no ahogarme más, de no destruirme más.

Decir esas palabras en voz alta,
Me hacen estremecer. Me crean náuseas, temblores, dolores..

Una madre debe proteger, debe amar, su deber es limpiar tus lágrimas, regañarte por tus malas decisiones, abrazarte cuando tu corazón está roto por un idiota que lo destrozó, no ser la causa de tu trastorno de pánico, tu miedo a los hombres y tus lagrimas de impotencia.

El hombre se pone de pie, lo sigo con mis ojos. Da unos pasos hacia mi y todo mi sistema reacciona en modo defensivo.

Tiro más de mis pies hacia mi. Debo protegerme. No puedo permitir que se acerque.

Entonces lo hago: gritó, grito como animal que está listo para ser llevado al matadero.

Mi cuerpo se sacude con violencia, imploró para que no se acerque. Lloro como nunca antes lo he hecho, gimoteo con tanta fuerza que siento que cada fragmento de mi se está rompiendo, como si la poca inocencia en mi, se quebrará.

—mírame Ky, mírame no soy ese hombre, no lo soy.

Lo escucho, pero lo único que puedo ver, es un hombre imponente, de mirada azulada abusando de mi, robándome toda oportunidad de libertad, tomando todas mis oportunidades de luchar.

Grito, gritó hasta no poder más. Hasta no ver esas risas, hasta no escuchas sus sonidos de satisfacción, gritó.

—¡déjame ir! ¡Déjame, déjame!.

Gritó. No sé ni de dónde saco tanta fuerza, rasco mi piel tan fuerte que no soy consciente del daño que me estoy haciendo.

Mis lágrimas no me dejan ver, no me dejan. Esos gritos y expresiones faciales en mi mente me atormentan, me hacen querer morir.

no merezco esto, no merezco esto.

—escucha mi voz Ky, estás a salvo. Ellos no están aquí. Solo estas tú. Mírame.

Mi grito comienza a detenerse.
Mi cuerpo deja de sacudirse, mi respiración está agitada, mi cuerpo duele, mi mente me traicionó. Lo volvió hacer.. volvió a burlase de mi, ella toma placer verme así, destruida.

No lo merezco. No lo merezco.

—abre tus ojos ky.

No sabía que tenía mis ojos cerrados, cuando los abro me encuentro con la mirada café del sicólogo Wiliams, sus ojos no destellan dolor, ni lástima. El no me mira como una niña que fue destrozada, me mirada como si él pudiera salvarme.

El secreto de la Chica  Pentecostal © [Verdades no Dichas #2] Where stories live. Discover now