Capitulo 11| creo que deseo protegerla.

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La puerta de mi cuarto es abierta y dos manos acarician mi cabello.

Muevo mi cabeza, para que la sensación de fastidio desaparezca, estoy cansado y si fuese por mí no iría a la empresa hoy.

No llevo mucho que me acosté a dormir, pase grande parte de la noche trazando lienzos y detalles faciales en una hoja, Miranda a comenzado a atormentar mis pensamientos y su grande parecido con Ky, me atormenta.

—despierta Carlos.—una vocecita muy dulce resuena en mis oídos, sus manos trazan caricias en mi cabello que me parecen tan desconocidas pero al mismo tiempo placenteras.

No deseo que se detenga, mantengo mis ojos cerrados, aún estoy cansado y no se diferencia la realidad de lo ficticio. Pero no me importa siempre y cuando pueda sentir esa fragancia a caramelo a mi lado.

—levántate.— el peso de alguien cae a mi lado, el perfume a caramelo resalta con fervor.

Entre abro uno de mis ojos, solo para cerrarlos rápidamente, el sol está demasiado fuerte.

—no quiero.—murmuró con mi voz ronca por la falta de sueño.

Ríe para luego sentir sus dedos trazan caricias en mi nariz, luego se deslizan por mis cejas y por último en mis pestañas.

—tienes las pestañas tan largas.—susurra muy cerca de mi rostro, sé que es un sueño, pero Dios no quiero despertar nunca de el.—te extrañé.

Mi mano toma vida propia y rápidamente se enrosca en su cintura. Trazó pequeñas caricias, abriendo lentamente mis ojos.

Acuno con mis manos su rostro, es tan delgado comparado a mis recuerdos, su mirada brilla y una pequeña sonrisa de superioridad  aparece en sus labios. Su mano cubre la mía y caricias dulces son dejadas en ella.

—¿me extrañasteis?.—susurra esa niña que ha comenzado a invitar poco a poco mi mente.

Deslizó mi dedo por su labio inferior.

—te extrañe Miranda, lo hice.

Mi cuerpo es sacudido con violencia antes de que pueda darme cuenta mis ojos están grandemente abiertos y todo rastro de sueño a desaparecido por completo de mi rostro.

—¿que fue eso?.—murmuró tocando mi frente aturdido y desorientado.—¿ahora también me acosas en mis sueños?.—gruño malhumorado.

Suelto un bostezo dejando caer mi espalda sobre la cama. Quizás Adiel tenga razón y yo actúe de manera diferente con Miranda, ya que ella tiene ese leve parecido con ky. Algo no está bien conmigo.

Apoyo mi brazo en mi rostro.

—por favor vuelve, fue absurdo de mi parte decirte eso.—murmuró a la nada e inevitablemente mis ojos se van llenando de lagrima.—te quiero. Te lo suplico amor regresa, reviens a moi, por favor.—cubro mi rostro con la manta.—soy una pieza incompleta sin ti. Prometo remendar mis errores.

No puedo dejar de pensar en la manera tosca y dolorosa como todo termino, fui cruel use palabras con la intención de herirla. Y lo hice; lo hice tan cruelmente que se que muy en el fondo a quien más le duele es a mi.

Me levanto de la cama y automáticamente mis rodillas tocan la dulce alfombra negra que decora mi cuarto.

Junto mis manos y me dispongo a presentarle el dia a Dios, y de paso también mis sentimientos confusos, que solo hacen que deseé desaparecer de la faz de la tierra. No entiendo en qué momento comenzó este desespero por proteger a Miranda, no es como si nos hubiésemos hecho amigos.

Pero desde Japón, supe que las cosas cambiarían para ambos, me comporté con ella, de la misma manera como lo hacía con Ky.

Sacudo mi cabeza, no debo pensar en esas cosas. Debo concentrarme y ocupar mi espíritu en mejores situaciones.

El secreto de la Chica  Pentecostal © [Verdades no Dichas #2] Where stories live. Discover now