Capítulo 7. | Un completo caos mental.

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Adiel y yo nos observamos. Ninguno dice nada, luego de abandonar la habitación de David.
Fue que caímos en cuenta de que sus palabras solo traería problemas.

Tomó asiento en una de las sillas, cruzando mis brazos, Adiel imita mi gesto.

Silencio.

Uno que termina rompiéndose, cuando escuchamos los pasos de Gemma y Adriana.

Ambas viene con capuchinos en sus manos, algo que realmente agradezco porque justo ahora lo necesito.

Acepto el café que mi cuñada  me ofrece.

—Gracias Adriz.—sonrío complacido, ella también.

Toma asiento al lado de Adiel. Quien frunce el ceño por el apodo que suelo ponerle muy pocas veces a su esposa.

—es Adriana, Carlos. Sabes que me molesta cuando la llamas Adriz.—apoya su mano posesivamente sobre la rodilla de su esposa.

Volqué mis ojos bebiendo de mi amargo café. Hacia algunos meses Adiel me confesó que estaba celoso de mi, ya que antes yo tenía el pleno privilegio de hablar con Adriana.

Y podía ponerle apodos, luego cuando se casaron yo le admití que quien tenía celosos era yo, pues había completado metas y sueños de los cuales yo ni siquiera venía el túnel.

Observo a Gemma quien luce contrariada, su ceño está ligeramente fruncido. Tuerce su labio de manera indecisa, y entonces habla rompiendo el pequeño momento de calma.

—voy a dejar de trabajar por un tiempo.—nos informa.

Más bien se informa a si misma, ya que su mirada contrariada y su ceño fruncido nos hacen entender que no está segura de su decisión.

Me río. Llamando la atención de los chicos. Es imposible que Gemma deje de trabajar, es apenas si tiene el tiempo para ir a la Iglesia.

Enarca una ceja.

—¿porque te ríes?

Me apunto, fingiendo demencia.

—¿yo?.

Adiel pasa su mano por su cabello. Me otorga una mirada que me dice que me permanezca en silencio, que no replicará ni dijese nada que pudiera crear tensiones, pero evidentemente, no permanecí en silencio y ella menos.

—si tú, eres el único que se rió.

Adiel comienza a negar con su cabeza, pero me hago el de oídos sordos y expongo lo que realmente me molesta.

—eres Gemma prieto.—la apunto con mi dedo divertido.— alias la adicta al trabajo.—termino diciendo.

Un incómodo silencio se instala luego de mis palabras. Entonces ella réplica desconcertada, molesta y quizás herida.

—eso no es cierto.—parpadea sorprendida, como si esas palabras fuesen más para tratar de convencerse a sí misma.

Apoyo mi mano sobre su hombro derecho.

—aunque creas que no es cierto lo es, Gemma todo lo sabemos.—suspiró, regalándole una sonrisa carente de humor.—tienes un esposo genial, y eres la única que parece no saberlo. Pero tú te has empeñado en ser la mejor, pero no para él. Si no para los otros.

Di un suspiro, para luego alejar mi mano de su cuerpo. Volví a tomar asiento en el lugar que me correspondía.

—eso no es cierto. Yo siempre doy lo mejor de mi con el.

El secreto de la Chica  Pentecostal © [Verdades no Dichas #2] Where stories live. Discover now