[ cuatro ]

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Lyra había pasado todo el día siguiente en la enfermería. Para aquella mañana, ya ni siquiera le dolía la cabeza, pero sabía que tan pronto como saliera de ahí, como un mono salvaje, Esther se abalanzaría sobre ella, le daría un abrazo rompe costillas, con aquella actitud maternal que siempre tenía respecto a Lyra, y luego probablemente le daría un golpe, o algo así, y la regañaría lo suficientemente fuerte como para que todos los que pasaran por ahí se enteraran de su irresponsabilidad.

La enfermera, Madam Pomfrey, no parecía muy preocupada por las clases que se perdería, y la había dejado quedarse ahí, con una actitud indiferente hacia ella.

Una terrible decisión. Cuantas largas horas paso Lyra jugando con sus manos, mirando a sus alrededores, en busca de alguien con quien hablar, incluso si había comprobado que no había nadie diez minutos antes, esperando que apareciera alguien, o que la enfermera se dignara a hablarle.

Nada ocurrió, y debían ser alrededor de las cinco ya cuando escucho una puerta, cerro sus ojos, cruzando los dedos, rezando porque no fuera Esther.

No era Esther.

Ojalá hubiera sido Esther.

—Deberías tener más cuidado—la voz era fría, y ni siquiera mostraba desagrado, si hubiera mostrado desagrado habría sido mejor, no, era totalmente indiferente.

Abrió sus ojos lentamente, un chico pálido y de cabellera oscura, con ojos claros que contrastaban, se encontraba parado a los pies de la cama.

Un sonido similar al de unas maracas, pero más metálico y lento fue lo que la hizo notar la pequeña caja en la mano de Theodore Nott, siendo sacudida en un obvio intento de llamar su atención.

—¿Do-donde las encontraste?—su voz tembló, mientras se sentaba bruscamente.

Su mirada se volvió aún más fría, y la larga inhalación, junto a la sonora exhalación delataba su opinión. Lyra se encogió, sabiendo que él la creía una estúpida.

Escucho un suave golpeteo, de las pastillas contra los bordes de la caja, y sus ojos viajaron a la mano que la sostenía. Pero él no se la entrego, si no que volvió a guardarla en el bolsillo de su pantalón, con expresión de superioridad (que lamentablemente, si tenía) y dejo la enfermería, sin decir otra palabra.

Y mientras su rostro permanecía en su mente, al igual que sus palabras, mientras se cuestionaba que habría llevado a uno de ellos a ver si alguien como ella estaba bien, la respuesta le llego como un golpe en el estomago. Un golpe que la hizo vomitar todo su orgullo.

Ahora si que sentía nauseas y mareo, humillación.


N/A:

Enserio lamento muchísimo la demora, y gracias a aquellos que leen, incluso si no son tantos ya llegamos a doscientos, y eso me hace super feliz.

                                                  –C.

Insomnio [Theodore Nott fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora