Yo soy tu ángel y único protector [MikaYuu/ReCus/KimiYoi] |Resubiendo|

→ Uno

—Se lo ruego, Shinya-sama... —imploró Mika estando de rodillas y con la cabeza gacha en señal de respeto.

—¿Por qué debería hacerlo, Mikaela? —inquirió el albino estando sentado en un trono.

—Deseo enmendar mis errores, no quiero que mi mamá me vea en el mismo lugar que ella después de lo que pasó... —explicó arrepentido.

—Habrá un castigo, ¿lo sabes?

—Estoy consciente de ello.

—Entonces prepárate, porque tu castigo es difícil de cumplir y se levantará sólo cuando yo lo diga, ¿entendido? —inquirió el ojizafiro más alto, a lo que el rubio asintió.

Shinya elevó su mano derecha y con un leve ademán de esta, levantó en el aire al ojizafiro más bajo; Mika empezó a gritar de dolor en cuanto una especie de burbuja transparente lo encerró.

La conversión era la parte más bella; todo el ser se volvía puro, pues el filtro de bondad era activado y toda la maldad era drenada del alma, se añadían unas hermosas alas y unas grandes ganas de ayudar; las características principales que debían tener los ángeles, pues si no, deberían ir a acompañar al ángel caído: Guren.

Su tarea era guiar, acompañar y ayudar a los humanos, claramente sin interferir de manera directa en sus vidas, y vaya que los humanos no eran simples, para nada; pero nadie dijo que iba a ser una tarea sencilla, y si Mika iba a ser un ángel, debía dar todo de sí mismo y saber cómo y qué hacer en todas y cada una de las situaciones que se le presentasen mientras estaba en servicio de apoyo.

Shinya era el encargado del cielo, y también, aquel que podía ayudar a esas personas a enmendar sus errores tras morir, esos errores que ni con arrepentimiento bastaba para poder subir al cielo; ese era él, Shinya-sama, mejor conocido como el Dios todopoderoso.

—De ahora en adelante, Mikaela, tú serás uno de nosotros... —declaró el albino mientras deshacía la burbuja y observaba al rubio ya convertido.

—Sí, Shinya-sama.

Sonriendo, el ojizafiro más alto se puso de pie y le pidió al nuevo ángel que lo hiciera también, a lo que este obedeció.

—Como ángel, debes saber que está terminantemente prohibido el hablar de más sobre el reino de los cielos; los humanos no deben conocer más de lo necesario —explicó con voz severa—. Y está aún más prohibido hablar sobre tu antigua vida, Mikaela.