Yo soy tu ángel y único protector [MikaYuu/ReCus/KimiYoi] |Resubiendo|

→ Nueve

—¡Hyakuya! ¡preste atención! —gritó por décima vez el profesor.

—Lo siento —contestó Yuu mientras los estudiantes reían y él bajaba la cabeza pudoroso.

No era su culpa distraerse tanto, o sea, sí lo era, pero no era solo suya; Mika estaba en la parte de atrás del salón hablando con quien sabe quién y sobre quien sabe qué, y parecía muy animado.

A Yuu le ardía la garganta por no poder decir nada, y lo peor era que no podía dejar de observar la sonrisa dulce y feliz que ponía el rubio al hablar con otros ángeles; en cuanto el rubio escuchó que regañaron una vez más a su humano, decidió acercarse a ver qué le pasaba.

—Yuu-chan, ¿qué sucede? Presta atención —regaño el ojizafiro parándose junto a él; recibió un gruñido de parte del aludido junto con sus mejillas infladas en un puchero involuntario—. ¿Qué tienes?

El azabache lo ignoró olímpicamente, recibiendo otro regaño del profesor en curso, que ya estaba harto de llamarle la atención.

—Si vuelvo a llamarle la atención, lo sacaré de mi clase, Hyakuya-kun —amenazó el hombre con un tic en el ojo.

Mika solo miraba con curiosidad a su humano, pues no entendía el porqué de su comportamiento, y pues él no era adivino como para leer su mente y descubrirlo; tendría que esperar hasta un receso para hacerle hablar.

—Disculpe —se oyó en la entrada del salón.

Todos miraron con atención a quien había irrumpido la clase. 

—¿Se le ofrece algo? —preguntó el profesor enarcando una ceja.

—¿Podría prestarme a Saotome-kun por unos minutos? —interrogó Narumi con una sonrisa.

La clase entera miró a Yoichi y este solo salió avergonzado del aula, siendo acompañado por su ángel y su novio.

[…]

Una vez la clase terminó y el receso empezó, Yuu se quedó sentado en su lugar mientras miraba la ventana e ignoraba a su ángel, el cual trataba que su humano le prestara atención, pero no ocurría.

—Yuu-chan —le llamó por quincuagésima vez en quince minutos.

—¿Qué es lo que quieres, Mika? —le contestó ya harto de oírle.

—¡Que me prestes atención, humano malcriado!

—¡¿Cómo me llamaste, adefesio teñido?! —chilló hecho una furia.

—¡Eres un...! —iba a insultarle, incluso estiró los brazos para ahorcarlo, pero antes de completar su cometido, suspiró; luego llevó una de sus manos a su rostro y frotó el puente de su nariz con desgano—. ¿Sabes? Si no me dices qué ocurre, no entenderé, idiota.