Yo soy tu ángel y único protector [MikaYuu/ReCus/KimiYoi] |Resubiendo|

→ Dos

—Ya estás listo, Mikaela —sonrió Shinya—. Espero que hagas un buen trabajo, así podré saldar tu deuda, o sino, te irás con Guren.

—Sí, Shinya-sama —aceptó el rubio.

—Ya puedes irte.

Un portal adornado con plumas y brillos apareció detrás de él: era como un espejo que en vez de vidrio reflectante, tenía un tipo de neblina; Mika tomó aire, reunió algo de coraje y se lanzó.

El viento movía salvajemente sus rubios cabellos mientras caía en picada hacia el suelo; Scarlett no le había enseñado a volar, había dicho que eso era instintivo y que cuando tuviera que hacerlo, lo lograría, obviamente no le creyó.

Pero no le cupo una duda más cuando estando a unos cuantos metros del suelo sus alas se desplegaron solas; unas alas tan blancas que de solo mirarlas podrías quedar ciego, pues las alas de los ángeles eran símbolo de pureza y compromiso con su tarea.

Con suavidad, aterrizó sobre la tierra, poniendo sus pies descalzos en la fría acera de una calle poco transitada.

—A ver, Yuuichirou Hyakuya... —recordó—. Yuu-chan... —murmuró un apodo que se le vino a la mente mientras miraba hacia todos lados.

—Tú debes ser Mikaela, ¿no? —inquirió alguien.

Una voz amable lo hizo girarse sobresaltado; se suponía que nadie más que su humano podía verlo.

—Ah, tú debes ser Lacus —suspiró el rubio.

Y bueno, otros ángeles también podían verlo, lo había olvidado; y también olvidó el hecho de que había un ángel que le ayudaría a encontrar a su humano.

—Buscas a Yuuichirou-kun, ¿no? —preguntó el pelipúrpura; Mika asintió—. Ven conmigo, mi humano y el tuyo son amigos, así que ahora están juntos en la escuela.

—Háblame de él —pidió mientras caminaban unos centímetros—. ¿Cómo es?

—Bueno, no sé mucho de él porque no es mi humano... —aceptó apenado—. Pero es un poco alto, tiene el cabello negro y unos bonitos ojos verdes.

—Interesante... —murmuró.

El ojizafiro suspiró pensando que tal vez sería un chico idiota, mimado y engreído; entonces ambos ángeles desplegaron sus alas para levantar vuelo y subieron bastante alto en el cielo mientras recibían un vientecito que movía sus cabellos.

—¿Conoces desde hace mucho a tu humano? —preguntó repentinamente el rubio.

—No realmente, solo unas dos semanas —aclaró el pelipúrpura—. Y ni siquiera he ido a presentarme.