Bésame

53

-Fui arrollada por un camión. Lo último que escuché fue que alguien gritaba:
"¡Atropellaron a una vagabunda!"

Fui trasladada al Hospital Público, y sometida a una operación de cadera.

Desperté un poco confundida, incluso con rastros de amnesia leve.

Llevaba una bata limpia, y me sentí muy cómoda. Tenía tanto tiempo que no me bañaba... Era agradable oler bien de nuevo.

Y luego mi doctor se apareció.

Era muy guapo, pelirrojo, de labios hermosos, pensé que tenía que ser mi siguiente víctima. Pero había algo en él... Algo que me cautivó.

Me miraba de forma diferente. No parecía importarle que yo era una vagabunda de las calles con muy mala suerte y una pierna rota. No le importaba mi condición, y se portó igual de amable que con el resto de los enfermeros y otros doctores.
Era gracioso y siempre me hacía compañía. Me hablaba de su infancia para hacerme sentir mejor, y me ayudaba con ejercicios mentales para recordar quién era yo. En mi cabeza, sólo había recuerdos vanos, difusos, ¿y si en realidad mi cabeza no quería recordar nada?
En esos momentos, sólo recordaba haber huido de casa desde muy joven como un acto de rebeldía, y eso era todo.

Lo vivido hasta ese momento era un remolino de rompecabezas desajustadas, y siluetas que se desvanecían cada vez que intentaba enfocarlas.

Estuve en cama dos meses, hasta que recobré la memoria. Me sentí mal al haber sentido atracción por mi doctor, pues seguro que Señor Conejo se enojaría conmigo.

Cuando me dieron de alta, salí del hospital, evitando la despedida con mi doctor. Decidí dejarlo vivir.
En eso, él me alcanzó por decisión propia, para confesar que los últimos dos meses habían sido lindos para él, pues había conocido a una chica distinta a las demás, risueña y sencilla de la que estaba enamorado. Era yo.

Y admití que también lo quería... Y me sentí mal por Señor Conejo, pero mis sentimientos eran más fuertes ahora, y me había decidido por Alexander.

Me había enamorado de Alexander Gustave.