Capítulo 50

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Antes de comenzar el capítulo quiero informaros de que estoy comenzando una novela. Se llama: "SOLO UNA PALABRA: ROMA"  me encantaría que os pasarais a ver que tal os parece. Es algo relacionado con el tema de esta historia pero si la leéis veréis que no tiene absolutamente nada que ver con esta. Un beso y espero que os paséis y me digáis que tal os parece la novela y en qué puedo mejorarla. Os quiero lectoras!








SARAH

La nieve me golpeó en la cara al salir del hotel. Hacía más frío que cuando entré, pero lo noté mucho menos. Aun me quedaban unas horas para que Mesut viniera a recogerme, así que decidí perder el tiempo caminando sin rumbo. Cualquier camino me servía con tal de alejarme de Enrico todo lo posible. No podía creer que conocerle me hubiera aturdido tanto. Tenía ganas de gritar, de llorar, de deshacer mis pasos y volver con él. De pedirle que me llevara lejos de mi vida. Pero yo no tenía derecho a sentir aquello. El amor no estaba diseñado para mí, por mucho que mi corazón e, incluso, mi mente se empeñaran en lo contrario. Iba a salir de la calle cuando de súbito Enrico apareció ante mí. Me estampé contra su pecho, sobresaltada y toda trémula. El corazón empezó a latirme en la lengua y me olvidé de respirar en cuanto le miré a los ojos.

—No pienso irme sin ti —jadeó cogiéndome de los brazos—. Hice una promesa y voy a cumplirla aunque tenga que llevarte a arrastras a Roma, ¿me has oído? Sus palabras se metieron bajo mi piel, haciendo que todo mi mundo se tambaleara. Fue imposible remediar mis impulsos y terminé lanzándome a sus brazos. Enrico tardó unos segundos en responder al abrazo, mostrándome lo poco habituado que estaba a una muestra de afecto. Pero cuando reaccionó, lo hizo envolviéndome con intensidad. Hundió su rostro en mí hombro. «Vete con él. Ahora», me instó mi fuero interno.

—Confía en mí —dijo Enrico.

 —Me matará en cuanto me encuentre —murmuré asustada, observando llorosa cómo la gente nos esquivaba en la calle.

 —Antes deberá enfrentarse a mí... Tragué saliva y me obligué a sepárame de él. Todo su perfume había quedado impregnado en mi ropa. Le miré, asentí y me retiré algunas lágrimas. —Está bien... Llévame contigo.

KATHIA

Esa tarde no había nadie en casa. Valentino se había ido a Roma, Sibila estaba en el pueblo haciendo unas compras y los esbirros vigilaban los alrededores. Apenas se escuchaba nada, solo el murmullo de las olas en la lejanía y la brisa chocando contra los ventanales de tanto en tanto. Mi fuero interno no descansaba un segundo, me bombardeaba continuamente con recuerdos de Cristianno. Así que me senté en el sofá y me hice un ovillo luchando por saborear aquel instante de paz. Pero escuché un golpe seco que provenía del exterior. Enseguida me incorporé y miré hacia los ventanales. No vi nada más que la bruma del atardecer. Me levanté cuando volví a escuchar el golpe, y caminé lentamente hacia los ventanales con la sensación de que alguien tropezaba en el suelo del porche. Tal vez un esbirro que hacía ronda por allí o... ... Le vi. Sus ojos. Sus impresionantes pupilas azules titubearon al verme y tomaron un exquisito matiz rojo frenético. Rompí a llorar casi al instante, apoyando las manos en el cristal. Cristianno no tardó en responder e imitó mi gesto, encargándose de que nuestros dedos encajaran. Agachó la cabeza al acercarse un poco más y besó la ventana antes de cerrar los ojos. Golpeé suavemente el vidrio, exigiéndole que abriera los ojos y me dejara perderme en ellos. Llevaba demasiado tiempo soñando con volver a verlos. Él obedeció con una sonrisa y me negó que continuara llorando. Me contuve por él, porque las lágrimas me impedían ver su hermoso rostro. Ratifiqué que Cristianno lo era todo, que sin él nada tenía el sentido que merecía, ni valía la pena. Jamás renunciaría a él, aunque ello me costara la vida. Pero me enloqueció mucho más saber por su mirada que ese sentimiento era recíproco. Me di cuenta de que su amor, en ocasiones, superaba el mío. Suspiró contra el cristal y comenzó a escribir en el vaho que se había creado. Segundos más tarde, leí un te quiero que apenas pude disfrutar. Porque Cristianno formó un puño con sus manos, se empujó hacia atrás y abandonó el porche.

Bajo El Cielo Púrpura De RomaDove le storie prendono vita. Scoprilo ora