2. Es bueno estar acá otra vez.

2.9K 262 47
                                    

2. Es bueno estar acá otra vez.

-Queremos darte la bienvenida a casa.

Sonreí, atenta al "discurso" de Greg, tal y como lo hacía el resto del grupo. La hora de almuerzo resultó perfectamente predecible para que mi jefe y compañeros de trabajo me organizaran una pequeña fiesta sorpresa de bienvenida. Todos estaban aquí; guionistas, productores, camarógrafos y hasta el elenco, inclusive aquellos que no debían grabar durante el día.

-Sabemos que no has vividos los mejores momentos en estos últimos meses, pero quiero, queremos, que sepas que estamos aquí para ayudarte en lo que necesites–Nicotero comentó, probablemente imaginándose que mis ánimos no eran iguales a los que estaba acostumbrado.

-Además, no sabes cuánto te hemos extrañado y creo que hablo por todos cuando digo que realmente nos hiciste MUCHA falta–Escuché risas a mi alrededor, inclusive la mía.

No sé por qué la gente se siente bien cuando sabe que es necesitada, cuando sabe que es importante para alguien, pero tampoco me lo cuestioné mucho, sólo disfrute la sensación de felicidad que abarcaba una parte casi invisible de mi corazón.

-Eres muy importante para la familia de The Walking Dead–Finalizó-, y es bueno tenerte acá de vuelta.

Greg me abrazó, mientras todos los demás aplaudían. Había olvidado lo bien que se sentía estar aquí y, por un momento, sentí tranquilidad en mi interior. En algún momento las cosas tienen que mejorar, ¿no? Quizás ese momento, era ahora.

-¡Qué empiece la fiesta!–Steven gritó, y todos apoyaron la idea uniéndose a sus gritos.

-¡No tarden mucho, recuerden que no podemos retrasarnos con las grabaciones!–Greg recordó, sonando como un total aguafiestas, pero como uno que tenía la razón.

La comida que había en el lugar abundaba y se veía deliciosa, pero como ya estaba acostumbrada a mi reciente falta de apetito, no probé ni un solo bocado.

Me senté en un rincón, admirando cómo todos conversaban, reían y compartían como una disfuncional pero feliz familia. Me gustaba pertenecer a esta familia, me hacía recordar que no estaba sola.

-Está soltero otra vez–Lauren Cohan, la mujer que interpretaba a Maggie en la serie, me sacó de mis pensamientos mientras se sentaba a mi lado. Me reí un poco, ya que, no tuve que pensar mucho para saber de quién hablaba.

Mis ojos se dirigieron a Norman, quien se encontraba a tan solo unos metros de mí y bromeaba bastante divertido a Andy. El hombre, caracterizado como su personaje, me miró e hizo una pequeña sonrisa, acompañada de un saludo con su mano.

-Dicen que se acuesta con la mujer de la película que estuvo grabando hace poco, esa europea desaliñada–Siguió comentándome, como si intentara animarme a hacer algo al respecto-, pero que no es nada serio.

-¿Por qué debería interesarme eso, querida Lauren?

-Sabes que el hombre siempre ha tenido un lugar especial para ti–Respondió mi amiga, sin mirarme, como si fuese la cosa más obvia de este planeta-Y no sabes lo mucho que te extrañó durante todo este tiempo.

-Norman y yo somos amigos, como tú y yo. Sólo eso–Recalqué.

-Sí claro–Río, jalándome del brazo y arrastrándome con ella-Vamos a preguntarle a Cudlitz qué opina.

***

Antes de partir a casa, me despedí de algunos de los editores, sintiendo un poco de lástima por ellos. Los pobres debían quedarse casi toda la noche intentado hacer lucir bien las tomas que se habían hecho durante la jornada de trabajo. Supuse que debían estar agotados con tanto trabajo, sobre todo ahora que ya casi terminaban las grabaciones de la sexta temporada. Probablemente eran los más estresados de todo el lugar, y los que menos dormirían durante estos días. Así que, por eso, me sentí agradecida de poder volver a casa a una hora moderada, aunque mis planes no fuesen muy pretenciosos. Sólo quería darme una buena ducha y ver alguna película hasta quedarme dormida.

No creí que esos planes cambiarían drásticamente cuando noté a Norman, arriba de su moto, junto a mi auto. Pensé que quería despedirse, o que requería alguna de mis labores como asistente, pero lo que no me esperaba era la idea que él tenía.

-Ten.

Miré el casco negro que me estaba extendiendo, sin esforzarme ni un poco en recibirlo. Alcé las cejas, sin entender por qué me lo estaba pasando, y abrí un poco la boca, como si quisiera hablar, pero en realidad no sabía qué decir. 

-Iremos a comer algo y después te llevaré a casa–Susurró, sospecho que con un poco de emoción en su voz-Aprovechamos de ponernos al día, además. Tenemos mucho de qué hablar.

-Norman–Sonreí, por cortesía-, muchas gracias, pero, estoy cansada y quiero ir a casa.

-No has comido nada en todo el día–Estaba lista para refutar su acusación, o más bien mentir, pero sus palabras fueron más rápidas que las mías-Te vi durante el almuerzo, así que será mejor que no me mientas.

Intenté evitar sus ojos por un momento, mientras intentaba pensar en una respuesta que me salvara de su invitación. A la mierda, pensé. Saqué las llaves de mi auto y estaba dispuesta a subirme a este, pero, definitivamente, no tomé en cuenta que Norman me quitaría el llavero de las manos.

Entrecerré los ojos y mentalmente conté hasta tres. Estaba enojada, más que eso, estaba furiosa. Furiosa porque no sabía qué decirle, porque sabía que esto que estaba haciendo –fuese lo que fuese–, lo hacía por lástima. Pero más que todo lo anterior, porque el hombre había logrado ponerme malditamente nerviosa.

-Anda, sube. Puedo estar acá toda la noche, ________–Insistió, haciéndome saber que definitivamente no aceptaría un 'no' como respuesta. Levantó las llaves a una altura que nunca podría alcanzar y las sacudió, mofándose.

Suspiré, resignada y le quité el jodido casco de su otra mano. Nunca había andado en una moto y no quería que la primera vez que lo hiciera, fuera sin la seguridad adecuada. Soltó una risa victoriosa cuando me subí atrás de él y resoplé fuerte, para que notara que mi rechazo a su idea.

-Vamos, no estés enojada. Será divertido.

-Lo que digas–Murmuré luego de poner los ojos en blanco.

-Probablemente querrás sujetarte–Recomendó.

No quise hacerle caso, pero apenas partimos, solté un grito que probablemente se escuchó en todo el lugar y, finalmente, me aferré a la cintura de Norman, descansando mi mejilla en su fuerte espalda.

-Te odio–Suspiré.

Pero creo que hasta el mismo Norman se dio cuenta de que el tono de las palabras que salieron de mi boca reflejaban cualquier cosa, menos odio. Quizás reflejaban todo lo contrario.

Oh, Georgia, cuánto te extrañaba.

The Exception - Norman ReedusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora