7. Problemas en el paraíso.

2.2K 210 19
                                    

7. Problemas en el paraíso

El lunes y el martes fueron días bastante ajetreados, con todo lo que la grabación de escenas finales conllevaba. El set era un caos, con gente andando de un lado a otro, con complejas escenografías, bastantes efectos especiales, maquillaje y mucha, mucha, mucha sangre falsa. Al menos ya casi todo estaba listo y el trabajo restante consistía prácticamente en papeleos de rutina y una que otra filmación de alguna escena alternativa.

Las cosas con Norman estaban bien, mejor que nunca podría decir. Tal y como lo habíamos acordado el fin de semana, no tendríamos una relación hasta que él estuviera completamente preparado para algo serio. A ratos, él no podía evitar sentirse mal por hacerme esperar, pero yo lograba convencerlo de que no me molestaba y no mentía cuando lo decía. En realidad, yo sabía lo que estaba haciendo, no tenía miedo y era capaz de aguardarlo un tiempo. Hasta ese entonces, continuaríamos siendo los buenos amigos de siempre.

Aun así, de todos modos, era imposible ocultar la evidente química que brotaba de nosotros cuando estábamos juntos. Los constantes abrazos de Norman entre grabaciones, las salidas a comer después de un largo día de trabajo, entre otras cosas, eran detalles que nuestros compañeros de trabajo notaron a la brevedad y les causaba gracia.

El día miércoles, lo primero que noté al entrar al tráiler que usaba como oficina, fueron los hermosos girasoles que se encontraban sobre mi escritorio. Sonreí atontada mientras deslizaba mis dedos por el pétalo de una de las flores.

-¿Te gustan?

Sus brazos me rodearon la cintura y sentí mi espalda apoyarse en su pecho. Su respiración golpeaba justo en mi oído, haciéndome soltar una risita nerviosa.

-Norman, no estás siguiendo las reglas–Moví la cabeza un poco, para poder mirarlo. La sonrisa que me dio hizo sentir mis piernas más débiles de lo normal y me sonrojé como una chiquilla enamoradiza-Pero, me encantan.

-¿No estoy siguiendo las reglas? Sólo le he comprado girasoles a mi amiga... mhm me encantas–Susurró, comenzando a dejar un camino de besos entrecortados sobre mi mejilla derecha.

Me volteé para quedar frente a él, antes de que sus inocentes besos se transformaran en algo más.

-¿Realmente tienes que viajar a New York mañana?–Hice un puchero, como si con eso lograra hacerlo cambiar de parecer.

-Si no tuviera que ir, te juro que me quedaría contigo. La próxima semana se estrenará la película y necesitan las entrevistas antes de eso–Murmuró y asentí, resignada–Pero volveré el sábado, y el domingo... lo recuerdas, ¿verdad?

Tomó mis manos y me miró atento. Asentí otra vez, sabiendo claramente que ese domigo, Greg y Norman inaugurarían su nuevo restaurante, acá en Senoia, y yo, según Reedus, sería su cita. Intentaba no estar emocionada por eso, pero sabía que era un gran esfuerzo de su parte, así que ¿cómo no estarlo?

Dos golpes en la puerta ya abierta de mi despacho hicieron que Norman y yo nos soltáramos fugazmente las manos e intentáramos lucir como dos profesionales discutiendo un tema de trabajo. Cameron, uno de los encargados de escenografía nos miró con una sonrisa maliciosa en los labios intentando ser camuflada con seriedad.

-Norman, Greg te está buscando y ________, hay una mujer en la entrada que dice que necesita verte urgente... está insultando a los de seguridad–Se encogió de hombros confundido y alcé las cejas, sin entender mucho quién podría venir a buscarme, tan temprano, y con tanta "urgencia".

Norman se despidió de mí con un pequeño ademán antes de caminar en dirección contraria a la mía, en busca de Nicotero. Sin dejar de pensar en lo que podía ser mi futuro con el actor, avancé hacia la entrada. Mis pasos comenzaron a volverse lentos cuando mis oídos escucharon una voz que reconocía y cuando me vio, deseé que no lo hubiera hecho.

Mis ojos se abrieron como platos, al mismo tiempo que me preguntaba cómo era posible que me hubiese encontrado, si con suerte sabía que yo existía. Parpadeé un par de veces, con la estúpida idea de que quizás, lo que veía, era un espejismo. Pero no, ella estaba frente a mí, en carne y hueso. Pensé que después del funeral de mi madre no la volvería ver, así como no pensaba volver a ver a nadie de mi familia. Evidentemente, estaba equivocada.

-¿Acaso no piensas saludarme, cariño?

Mi abuela me había encontrado.

The Exception - Norman ReedusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora