21. Mahoma va a la montaña.

1.3K 175 71
                                    




21. Mahoma va a la montaña.

-¿Qué se supone que debo hacer, responderle?

Caminaba por toda mi habitación, una y otra vez, con un ataque de nervios que ni siquiera el mejor terapeuta del mundo entero podría calmar, todo esto mientras esperaba una respuesta de Stacy, al otro lado de la línea.

Creí haberle dejado bastante claro que necesitaba distancia y, por lo tanto, no saber de él; pero, no, Norman no lo había entendido en lo absoluto.

Sus primeros mensajes me llegaron de manera sorpresiva, dos días después de nuestro último encuentro a las afueras de aquella prestigiosa galería. "¿Cómo estás?", fue lo primero que escribió y, como no respondí, a ese texto le siguieron otros que, finalmente, me hicieron volver a bloquear su número telefónico.

No esperaba más molestias y, otra vez, me equivoqué, porque ahora me encontraba recibiendo mensajes a diario, de distintos remitentes. No importa cuántos números bloqueara, siempre aparecía uno nuevo, siendo el último que había recibido esta mañana aquel que me tenía a punto de internarme en un manicomio voluntariamente.

"Mierda, ________, te extraño. Al menos dime si estás bien – N."

Las cosas entre Hilton y yo habían cambiado mucho desde el evento sucedido en la exposición; ahora ella, además de saber toda mi historia con Norman y Tom, se había convertido en una muy buena amiga. Y, aunque se encontraba en Los Ángeles desde la semana pasada, no había día en el que no nos comunicáramos. Es por eso que en estos momentos, era ella la única quien podía lograr hacerme sentar cabeza.

-Está bien, sólo debes ignorarlo y concentrarte en los últimos detalles de tu matrimonio–Susurró, luego de pensarlo por varios segundos-, ¡te casas en dos semanas!

Suspiré, nerviosa, al darme cuenta de lo rápido que los días pasaban, sólo quedando quince para contraer matrimonio frente a una gran cantidad de invitados en una gigantesca catedral de la ciudad. No sentía emoción alguna por aquel evento, menos por la idea de ser una mujer casada, pero, al menos, después de lo sucedido con Reedus, ya no dudaba tanto de mi decisión.

-Aunque...–La rubia volvió a hablar-siempre puedes huir con él y, ya sabes, ser feliz.

-¡Stacy!–Chillé-No quiero verlo más, se lo dije, ¿qué tan difícil de entender es eso?–Bufé.

-Está bien, lo entiendo, es un retardado y no lo entiende. Pero, debes admitir que lo de los mensajes es muy romántico.

Solté una carcajada, seca y sarcástica, y antes de poder rebatirle a mi amiga, la voz de Tom preguntando por mí, proveniente desde la sala de estar, me detuvo. Sacudí bruscamente la cabeza, como si eso lograra ahuyentar mis pensamientos, antes de hablar.

-Stacy, debo colgar, ha llegado Tom–Susurré.

Nos despedimos rápido y apenas colgué, intenté tranquilizarme inhalando el aire de manera profunda y exhalándolo lentamente.

Me miré en el espejo, antes de abandonar mi cuarto, y practiqué sonreír frente a este un buen par de veces. Mi prometido no merecía verme triste y odiaba no poder entusiasmarme con la idea de convertirme en su esposa, así que me esforzaba bastante en lucir alegre cuando el aparecía por la ciudad.

Caminé por el corredor, escuchando la voz de mi padre y la de Eleanor cada vez más cerca. Tom se acercó a mí apenas me vio entrar y nos dimos un cálido abrazo, celebrando nuestro reencuentro. El londinense había llegado a New York antes de ayer, pero, por su trabajo, recién hoy nos veíamos.

-Te tengo una sorpresa–Sonrió y mi abuela aplaudió, encantada.

Me senté en el sofá, junto a mi familia y me miró, ansioso. Aclaró la garganta, antes de comenzar a hablar y, debía confesar, que su entusiasmo llegaba a ser contagioso.

-Sé que no has estado muy entusiasmada con los preparativos de la boda–Murmuró, moviendo sus manos mientras explicaba-, pero lo entiendo. Estás acá en New York, con todas tus amigas en Georgia, demasiado ocupadas para venir, y sólo con tu abuela–Juntó sus labios y Eleanor frunció el ceño-Cuando mi hermana se casó, sus cuatro mejores amigos, yo entre ellos, le ayudamos y acompañamos en todo momento–Sonrió, supongo al recordar eso-Así que, esta mañana, me encontré con alguien y se nos ha ocurrido una excelente idea.

Hizo un pequeño redoble de tambores chocando las palmas de sus manos contra sus piernas, para darle más emoción a la situación, y luego caminó hasta el pequeño pasillo donde comenzaba la entrada y la salida del pent-house. Volvió a aparecer unos instantes después, pero esta vez venía acompañado.

La cara de mi abuela parecía haberse petrificado, en una expresión de impacto y desagrado, mientras que mi papá sólo fingió, de manera incómoda, una cara de sorpresa. Yo, por mi parte, quería pararme de mi asiento y estrangularlo ahí mismo.

Norman estaba frente a mí, con una gran y victoriosa sonrisa en sus labios, mirándome tan intensamente que podría quemarme viva.

Desearía que la anciana que estaba a mi lado hubiera hecho un escándalo, tal y como lo había hecho cuando nos vio a las afuera del edificio, pero la presencia de Tom, esta vez, se lo prohibía.

-Norman y yo nos hemos encontrado esta mañana en Starbucks, estuvimos conversando y, ¡sorpresa!, ¡se ha ofrecido a ayudarte con todo lo que falta para el gran día! Sé que Eleanor y tu padre estarán fuera de la ciudad esta semana, por los asuntos de la empresa, pero no estarás sola, él te acompañará todo el tiempo–Habló Tom, al mismo tiempo que Norman saludaba a mi abuela con un beso en la mejilla.

Después, le dio un pequeño apretón de manos a mi progenitor y, al final, me dio un pequeño abrazo. No fue tan largo como los que solía darme, pero si lo suficiente como para poder decirme algo al oído.

-Ya sabes lo que dicen, si la montaña no va a Mahoma...

The Exception - Norman ReedusWhere stories live. Discover now