WRONG | Obi-Wan Kenobi no había tenido nunca problemas con las normas de La Orden Jedi, pero eso cambió cuando la conoció a ella. Khëila Boods era respetuosa, dulce, joven, hermosa, trabajadora y un sueño en vida para Kenobi. Ella era su padawan, él...
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K H Ë I L A
La batalla duraba ya tres largos días donde el sol de Jajentai brillaba con fuerza. Debido a esto, mi cara estaba ligeramente quemada, y los mofletes y la nariz eran de un color más rojo. Sin embargo, eso no me incomodaba. Lo hacía la extraña sensación que habitaba a mi alrededor. La sensación de que mi hermano mayor estaba cerca. Era algo que no podía explicar. Jalen y yo nos habíamos separado cuando la guerra llegó a nuestro planeta natal. Horas después de perderlo de vista para siempre, el maestro Yoda me había encontrado. Desde entonces, no me había podido permitir volver a pensar en él, y por eso mismo, su paradero era; para mí; la muerte. Debía estar muerto. Si no, ¿por qué nunca había intentado buscarme?
Obi-Wan me sacudió el hombro. Abrí mucho los ojos y se me enrojecieron más las mejillas —no por el efecto del sol—. Era ya de noche y estábamos hablando en la tienda que había en el centro del improvisado campamento cuando dejé de prestar atención.
—Khëi, ¿estás bien?
Ahora ya no me importaba mi hermano. Mi cerebro se centraba ahora en la proximidad de nuestros cuerpos, en la penumbra de la noche, y en el efecto sedante de su aliento al golpear mi cara. Desde aquí, sentada a su lado en el suelo, podía ver cómo sus pupilas se dilataban y se tragaban el azul de sus ojos. Quizás el cambio en su mirada era sólo por la oscuridad que nos rodeaba, o porque él sentía la misma conexión que yo. Mis dudas se disiparon cuando su áspera mano me acarició la mejilla y su cuerpo se juntó más al mío. Aún así, ahora, tan cerca de sus labios, podía sentir la duda en sus ojos. Creo que fue por eso que, en vez de acercar mi boca a la suya y unir nuestros labios en un deseado beso, reposé mi cabeza en su pecho y suspiré.
—Sí.
✥
O B I - W A N
La observaba desde la distancia y pensaba. Todo había cambiado en un par de años, desde que ella estaba a mi lado, y eso me fascinaba y aterrorizaba a la vez. Como sus ojos, que eran tan dulces cuando estábamos a solas y tormentosos en la batalla. Y era perfectamente consciente de que aquello estaba mal, fatal. Y de que ella era el antídoto que iluminaba todo, y a la vez la oscuridad que habitaba en mi corazón. Creo que esa era la razón por la que, aunque fuese terriblemente incorrecto, me había enamorado de ella. Porque me sanaba y destruía a la vez.
