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No era fan de los lunes, más porque debía estar muy temprano en clases, tenía la mente tan distraída que realmente no le había prestado mucha atención, hasta que una de sus compañeras se acercó a ella para avisarle que la primera hora ya había terminado.

Keyla le dio una mirada al salón y notó que sólo estaban ellas dos. Le sonrió avergonzada y le agradeció por sacarla de la burbuja en la que se encontraba.

—Te ves cansada—le dijo la chica, Keyla asintió.

—Lo estoy un poco—confesó, realmente había dormido poco en la noche. La muchacha asintió.

—¿Tienes otra clase ahora?—Keyla comenzó a guardar sus cosas para colocarse la mochila guindada en sus hombros.

No tenía otra clase, pero quería usar esa hora para buscar información e iniciar su plan.

—Tengo que adelantar una investigación que estoy haciendo—mencionó saliendo juntas del salón de clases—. Ayudo a mi padre en un proyecto que tiene—mintió.

La muchacha entendió que necesitaba estar sola por ese rato.

—Vale, ¿nos vemos en un rato?—Keyla asintió y se despidió de ella para pasar por los pasillos de la facultad.

Y repasó su plan, era algo sencillo. Había pasado toda la tarde anterior sentada en aquella mesa de café anotando posibles preguntas para hacer; sólo debía ir y hablarle a algún chico que se viese interesado en cooperar y preguntarle lo que había escrito con la intención de ver si era una buena idea ir a hablarle al chico que le gustaba.

El problema de Keyla caía en que no era de la clase de persona que pudiese tomar la iniciativa fácilmente. Le aterraba el rechazo y le causaba mucha ansiedad el hecho de hablar con alguien considerablemente lindo en sus parámetros. Esa era la razón principal para fallar en lo que los jóvenes llaman el arte de coquetear.

Keyla había llegado a Coramora dos meses atrás en el inicio del verano, su padre había sido promovido de puesto por lo que necesitaba ejercer su trabajo ahí; a ella no le costó mucho dejar su otra ciudad porque nunca había sido una persona de tener muchos amigos, es más, ella parecía estar bastante emocionada por el hecho de comenzar nuevamente desde cero.

—Hola, disculpa—le dijo a un chico que ni siquiera la miró y continuó caminando. Suspiró y buscó a otro.

Cerca de ella había un grupo de chicos, ¿se acercaba?

Dio un paso hacia ellos pero los miró reírse y se sintió atrapada. ¿Y si en vez de reírse entre ellos se reían de ella?

Continuó caminando por los pasillos de la universidad buscando a un chico que ella pudiese considerar aceptable, alguien que le diese una buena vibra, alguien agradable y dispuesto a ayudarla, pero sentía que ninguno de los que estaba allí se veía como el indicado, todos los chicos parecían estar pendiente de muchas otras cosas que de realizar una tonta encuesta.

Recorrió el segundo piso hasta que su atención se posó en un chico pelinegro que salía del salón 33 con una chaqueta de un equipo de baloncesto que ella desconocía.

Lo vio por unos pequeños segundos y creyó que él podía ser el indicado para acercarse.

—Hola—lo saludó cuando llegó a su lado tomándolo por sorpresa, el chico se detuvo y frunció el ceño al verla—. ¿Qué haces si una chica que no consideras bonita se acerca a ti y te invita a salir? —le preguntó, el ceño del chico se relajó un poco y sutilmente la analizó con la mirada para luego darle una pequeña sonrisa burlona.

—Si estas intentando ligar conmigo de una te digo que no pareces mi tipo—le respondió él, la castaña lo miró indignada.

—Estoy haciendo un experimento para mi clase—mintió, él pelinegro le sonrió divertido.

—Pues lástima, porque no quiero ayudarte—se alejó de ella tranquilo, ella pudo dejarlo ir y conseguir a alguien más pero no iba a permitir que él se quedara con la última palabra así de rápido.

—Todavía no he terminado, ¿prefieres que la chica tome la iniciativa o prefieres hacerlo tú? —le preguntó colocándose frente a él logrando que se detuviera. Él rodó los ojos y se cruzó de brazos.

—Te dije que no eres mi tipo, cariño—le respondió, ella suspiró. El chico intentó seguir con su camino pero ella le impidió el paso varias veces.

— ¿Si respondo a esta pregunta me dejarás en paz? —ella asintió alegre, quizás su plan sí estaba funcionando—. Prefiero hacerlo yo, ella puede hacerme entender algo, pero prefiero que sea yo quien haga todo. No es nada personal, sólo me gusta hacerlo así.

— ¿Eres de los que besan en la primera cita?

— ¿No es que ibas a dejarme en paz? —alzó una ceja y la castaña se encogió de hombros para darle una sonrisa cómplice que él consideró tierna—. Depende de la chica con la que salga, si veo que ella también quiere, ¿por qué no hacerlo?

— ¿Quién debería dar el primer beso? —el chico se llevó una mano a su barbilla.

—El hombre debería, es más romántico. Ahora me iré—se alejó de ella una vez más pero la castaña volvió a detenerlo—. ¿Ahora qué quieres? —dijo fastidiado.

—No eres muy amigable, ¿cierto? —alzó una ceja. Le parecía una persona curiosa e interesante de conocer.

Normalmente Keyla no era de las que juzgaban a una persona por la primera impresión, ella solía creer que la gente nunca mostraba su mejor cara hasta mucho tiempo después de conocerse.

—Me lo dicen mucho, no es nada nuevo. ¿Qué quieres?

— ¿Cómo te llamas?

—No necesitas saber mi nombre, cariño—y esta vez sí se alejó de ella.

Keyla lo miró alejarse un tanto molesta, eso no se quedaría así. 

Lo Que Quieren Los ChicosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora