Justin es un chico increíble en todos los aspectos, de esa misma forma puede pensar y ver más allá que un hombre normal, sabe que a la chica que ama puede transfórmala con su amor hasta lograr la mujer que él desea.
Pero a pesar de todo, tiene un...
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Cuatro días que habían pasado. Justin no me dirigía la palabra ni yo a él. Mis primos y mi madre me preguntaban aún si Justin y yo éramos amigos a lo que yo respondía que sí pero que estábamos molesto por temas de nosotros.
En mi casa y en los pasillos de la secundaria evadía a Justin. No estaba dispuesta hablar con él a pesar de nuestro beso que nos habíamos dado, mejor dicho, el beso que él me había robado.
No entendía Justin ni a mí. Todo era tan confuso y jamás pensé que el hecho de gustarnos complicaría todo. Sabía que a Justin le gustaba pero comprendía que también le gustaba otra persona. De hecho en los pasillos lo había visto hablar con chicas y eso había llamado mi atención. Un par de veces lo vi con una misma chica pero él no daba indicios de nada.
No quise aquel día martes tomar desayuno en mi casa porque de nuevo estaba mi razón para no hacerlo. Justin vivía prácticamente en mi casa e invadía mi espacio personal.
Antes de llegar a la secundaria, revise el poco dinero que tenía en mi bolsa y lo saque para comprar algún pan con queso. Recibí el pan en mis manos y salí del puesto de venta callejero.
—Hola —de pronto una voz me saluda al lado mío.
Levanto mi rostro y veo a Santiago mirándome.
—Hola Santiago —él se acerca hasta mí.
—¿Tan temprano te vas a la secundaria? —pregunta Santiago.
—Si —respondo para dar una máscara al sándwich—. ¿También te vas temprano?
—Si, desde que Elena me dejo me vengo caminando —dic Santiago mirándome.
Me quedo en silencio por esa revelación.
Era extraño pensar que hace meses atrás Santiago estaría con Elena viniendo en el auto de ella para la secundaria pero ahora verlo caminar, se me hacía extraño. Santiago vivía más lejos que yo, debido a los tramos largos.
—¿Vamos juntos hasta la secundaria? —pregunta Santiago.
—¿No afectara a tu reputación? —alzo una ceja.
—No creo que tenga reputación a estas alturas —dice Santiago para una risilla—: Vamos o si no llegaremos tarde.
Empezamos a caminar mientras yo comía el pan con queso. Santiago me contó varias cosas que tenía planeado para el siguiente de año de universidad y me pregunto qué iba a estudiar, a lo que respondí algo relacionado con los libros pero aun no sabía.
—¿Te puedo hacer una pregunta? —pregunta Santiago cuando casi estábamos llegando a la secundaria.
—Sí.
—¿Te gusta Justin o Jason? —sentí atragantarme prácticamente con el pan. Santiago dio unas palmadas en mi espalda.
Aquella pregunta me había sorprendido. No sabía que Santiago supiera el nombre de Jason. De hecho ni tenía idea que conocía de él.
