Árbol

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— ¿Lo habremos pasado?

—No.

Hacía como una hora que había retomado la marcha y la única novedad era que, mientras las sombras se hacían más oscuras, esa figura blanca ascendía. 

Por momento, esas hebras verdes lucían más amarillas y eran más largas. Por todo lo demás, el terreno a nuestro alrededor era casi llano. Sólo una muralla negra a la derecha pintaba el paisaje, aunque era distante, y los bajos montes a nuestra izquierda. Allí abajo se encontraba nuestro hogar, mas nunca había sido el mío, porque jamás me había sentido cómodo en él. Toda una vida no me había alcanzado para adaptarme. ¿Esta vida sería diferente?

—Tengo una idea.

—Pues adelante —concedió Yerg.

Probablemente, no sería de su agrado. Si los años anteriores no habían funcionado, debía ser por algo. Agotaría todas las opciones hasta que encontrara la respuesta.

Comencé a mover las piernas con más velocidad, estableciendo una distancia cada vez mayor entre paso y paso. Aquello era como aprender a caminar otra vez. Mis músculos eran débiles y mis pulmones no estaban preparados para semejante esfuerzo, pero yo sólo me enfoqué en el aire que golpeaba mi cara, en cómo una simple brisa generada por mi movimiento podía dibujarme una sonrisa. Apenas sabía cómo se sentía.

La euforia se me acabó cuando mi pie quedó atascado, por una milésima de segundo, entre el tejido de una raíz o de una roca. La caída me dolió como ninguna otra. Me propuse levantarme... cuando las energías volvieran a mí.

No mucho tiempo después llegó Yerg y me ayudó. Ella también estaba exhausta.  

—Estás loco.

En cuanto me repuse, retomé la carrera. Esta vez, ya no perdería de vista el suelo, aunque siempre mantuve mis ojos en dirección hacia donde el suelo cambiaba de color y se estiraba sobre mi cabeza hasta el otro extremo.

Nada en mi cuerpo había sido creado para esa actividad, mas la sensación que me producía su realización me daba la fortaleza que no poseía. Así que seguí y seguí...

Un cuerpo extraño se interpuso en nuestro camino y yo me dispuse a pasarlo de largo. Fue Yerg la que sugirió que podía ser lo que estábamos buscando. Entonces recordé que teníamos un motivo para estar allí, y un objetivo que cumplir. No era sólo para sentir el aquí y el ahora.

— ¿Qué haces? —pregunté al instante de haber notado que estaba oliendo al objeto sospechoso. Extendió uno de sus brazos, luego el otro, y se impulsó hacia arriba. Palpaba e inspeccionaba cada sector de esa cosa.

Alcanzó una extremidad. La parte de arriba sí se parecía a una raíz, pero invertida. Era posible que fuera lo que estaban buscando, y confirmé mis sospechas cuando esa extremidad se partió y la chica terminó tendida de espaldas entre las hebras.

Se tumbó de costado y se paró con dificultad. Se acercó al brazo y le dio varias patadas.

—No sé bien cómo luce un árbol, pero esta cosa, definitivamente, no está viva. Si lo está, no quiere que nadie se entere de ello.

—Tiene que ser este.

—Sí. Ahora, hacia la derecha. Y, por favor, no corras más.

Al haber frenado, no tenía ninguna intención de hacerlo. A mi cuerpo ya no le quedaban reservas.

Después de mucho tiempo, tampoco me bastó la energía para andar con lentitud. Me dejé caer. Me dejé caer, pero el suelo no me atrapó en la cantidad de tiempo lógica. Se tardó más de lo debido. Y la verdadera oscuridad volvió a cubrir mis ojos.  

 

Siete CartasWhere stories live. Discover now